martes, 27 de septiembre de 2011

Es una lata el trabajar (I)

En un día como hoy, me vuelvo a plantear qué alternativa queda a trabajar. Y quién dice a trabajar, dice a buscar trabajo, estudiar, opositar o similares.

Resumiendo que no me refiero a encontrar OTRO trabajo, sino a una alternativa total al hecho de ganarse el pan con el sudor de tu frente. Algo particularmente asquerosito si además de ganarlo, lo produces.

Siendo sinceros, creo que, por lo menos en mi caso, mi alternativa más seria consiste en descubrir qué ocurrirá antes: Desahucio o muerte por inanición. Por algún motivo, he descartado ambas opciones.

Así que pasaremos a examinar las opciones que existen en el vox populi, las películas de después de comer y las cosas que le pasan al primo de un amigo.

Hoy hablaremos de las alternativas que llamaremos “de contacto” (iba a decir algo de un pegamento, pero la verdad es que era lamentable)

- Casarse con un millonario:

Durante mi lejana infancia se hablaba de esto con mucha normalidad, y llegué a convencerme de que este era un futuro personal digno, altamente productivo y por supuesto, realista.

A la larga ha resultado ser igual de realista prosperar así que trabajando duramente. Si no más.

Por supuesto que nos casaríamos con el típico millonario de guardia que todo el mundo conoce: Guapo y encantador, a la par que sumamente enamorado y fiel. Ahora que lo pienso, quizá todo esto se hubiera evitado si nuestros padres hubieran sido más estrictos y nos hubieran obligado a ir a la cama cuando empezaba "Hombre rico, hombre pobre".

En fin, que era un bonito momento lleno de esperanzas, yo en concreto, era feliz mientras conciliaba el sueño debajo de mi sábana de ositos, confiando en que algún día un yunque se decidiera a acertar de una puñetera vez encima del pesado del Correcaminos.

A veces incluso me atrevía a desear que justo en el momento del fatal accidente, casualmente le hubiera ido a visitar cierto canario mostruosamente braquicéfalo. Aaaaaaah, qué bonita aspiraciones infantiles.

Yo no sé las demás, pero yo por lo menos, jamás me preocupé de los aspectos logísticos (sobre todo porque no había oído esa palabra en mi vida, supongo), convencida de que mi belleza incontestable (hacía por lo menos tres entradas que no lo decía), me abriría todas las puertas.

Las puertas de esos lugares (fueran los que fueran) donde supongo que vivían esos ricos tan ricos y tan majetes, que deben estar escondidos porque yo por lo menos, no he visto uno en mi vida.

Los años, la divulgación popular del término “acuerdo prenupcial” y Fernández Tapias, además un espejo de cuerpo entero que pusieron en mi cuarto y una reducción drástica en mi nivel de estulticia me hicieron abandonar esta vana esperanza y por fin dedicarme a algo realista: Jugar a la primitiva.

- Vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos:

Esta opción es un clásico que han seguido grandes personalidades como Carmina Ordóñez.

Tiene dos inconvenientes: Requiere un alto grado de colaboración de tus padres y/o tus hijos y por supuesto y es imprescindible procrear lo antes posible.

- Heredar

Hay quien consigue llevar a cabo una variante de la opción gracias a familiares, pueden ser ceranos o no, pero si no lo son, mejor que tengan una relación inversamente proporcional a su riqueza.

Valorable: Experiencia demostrable en adulación sin límites y falta de vergüenza en la misma medida.

Una recomendación que creo que os resultará útil a los que toméis esta senda, y en la que a lo mejor no habéis caído, es que insultar y/o ignorar al familiar en cuestión, no es tan recomendable como pudiera parecer en un primer momento.

Sé que hay gente que desconoce este dato porque de hecho tuve un compañero de trabajo (sí, alguien había considerado que este ser podía desempeñar un puesto de trabajo) que andaba muy quejoso porque una tía suya acaba de fallecer.

Perdón, he pulsado el retorno de carro antes de acabar la frase, acababa de fallecer y no le había dejado nada en la herencia, motivo por el cual repetía cuál letanía por los pasillos, a quien quisiera oírle, y a quién no, pero al que pillara con las orejas puestas:

- Será japuta.

Japuta o palometa, que añadía una compañera.

Por si alguien tiene alguna duda sobre si esta opinión sobre la citada tía se la comunicó en vida, o si con una artera maniobra la conseguía disimular y ante ella aparecía como un sobrino ideal, el ínclito también nos deleitaba también con la historia de su otro tío, en este caso sin obitar, que también disponía de una posición económica desahogada.

Solía comenzar comparándolo no ya con un pescado azul, sino con el del papá de los siete cabritillos, que por cierto me pregunto dónde estaba cuando la señora cabritilla madre les dejó solos para hacer un mandao.

A lo que iba, el primo de los siete cabritillos solía continuar diciendo:

- Pero seguro que se lo deja todo a los curas. Los curas que siempre están haciéndole la pelota. (¿Y eso no te da una idea, alma cándida?)

- ¿Pero tú vas a verle alguna vez? ¿O le llamas, o algo?

- ¿Yo? (muy sorprendido) ¡No, nunca! (muy enfadado)

Sí, casi mejor que no le llames, porque total, para lo que le llamas…

lunes, 19 de septiembre de 2011

Quién puede llamar a mi puerta


Aquí estamos de nuevo, en el enésimo capítulo de “Gente rara que viene a mi casa, quién sabe por qué error kármico cometido en una mala tarde”.
Esto pasó en una vida anterior mía, cuando aun contemplaba a la humanidad con esperanza y no malgastaba mis neuronas en planes maquiavélicos para dominar al mundo y después someterlo a mis abyectos proyectos como la televisión educativa y la erradicación de los futbolistas que hacen declaraciones después del partido.
Y antes del partido. Y durante el partido. Bueno, de los futbolistas que hablan.
En definitiva, que era un claro espécimen de pazguata/pazguatae.
En aquellos tiempos, Oh, jóvenes discípulos, pagaba un alquiler exorbitante por vivir en el centro en lo que después pasó a llamarse mini-pisos y entonces sencillamente, mini-cuchitriles.
¡Ah, qué risa me produce ahora recordar aquello, desde mi mini-cuchitril en la periferia!
Pues érase que se era, que una tarde "de diario" me encontraba tranquilamente en mi vivienda habitual, cuando sonó el timbre.
Miré por la mirilla y naturalmente no vi absolutamente nada excepto una imagen sumamente distorsionada de algo que debía ser una faz humana. Creo que pregunté quién era, o abrí con la cadena puesta, o dije "Enséñame la patita" o cualquier otra imbecilidad por el estilo.
El de la patita en cuestión era lo que popularmente se conoce por "un señor", no en plan señorío y saber estar, sino en plan "dependiente de toda la vida de tienda de géneros de punto".
O sea, bajito, con un traje pasado de moda años antes de comprarlo, que le quedaba rabicorto (y digo yo, si son tan bajitos ¿Porqué todo les queda pequeño?).
El papel lo podría haber interpretado José Luis López Vázquez o Manolo Zarzo, pero sin maldita la gracia.
En fin, que ahí estaba yo, la jovencita, enfrentada a un hombre curtido en el ahora extinto mundo del “puerta a puerta”, preguntándome si cobraría seguro de óbitos o sería pasante de una notaría, hasta que habló:
Nota: A partir de ahora, para leer sus frases, por favor, pensad en el FMI o en cualquier otra cosa que más os enfade de este mundo ¿ya? Pues ahora exclamad:
- ¡El 3ºH! ¡Ya iba siendo hora! ¡Por fin les encuentro! Ya ha firmado todo el mundo y solo faltaba el 3º H.
¡Administrador! ¡Era administrador de fincas! Hombre, eso también le pegaba un montón.
¡Ya lo entendía todo! Era el administrador de la comunidad que tenía que ir piso por piso recopilando las firmas de todos los propietarios para hacer una de esas cosas que hacen los propietarios de los pisos cuando se reúnen en sus aquelarres.
En aquellos tiempos, al no ser propietaria (cómo ahora), y desconocer de qué iba la serie "Aquí no hay quién viva" y sus secuelas, (cómo ahora) mis únicos conocimientos relativos a semejantes aquelarres eran expresiones sueltas como "impago", "derrama" y "si te veo por la escalera te rajo".
Yo lo de la derrama siempre lo he asociado a que cuando era pequeña comprábamos la leche en una vaquería y había que hervirla en casa. Así que después de comprar bastantes libros, la distriubíamos en las ollas más grandes que teníamos y las poníamos al fuego.
Entonces mi madre, invariablemente, decía:
- Acordaros de la leche (sic)
E invariablemente, no nos acordábamos de la leche hasta que se oía un prfffff y el inconfundible olor de la leche quemada y derramda por los fogones, inundaba la cocina.
Pues para mí, eso era una derrama hasta que fui bastante mayorcita.
Mientras os contaba esta historia lacto-infantil, el tipo este ya ha entrado en casa de la jovenzuela inocentona, y la está metiendo una bronca de no te menées, insistiendo con el mismo tema.

- ¡Ya iba siendo hora! ¡Tercero hache!
Y recordad decid "Ter-ce-ro-haaa-che" como si dijérais "Hace falta tener po-ca-ver-gü-en-za"
- A ver ¡Nombre!
- No, no, yo no soy la propietaria del piso, vivo de alquiler.
Dije yo (que vuelvo a ser la protagonista de la historia) inocentemente, pensando que se desfacería el entuerto y dejaría de repetirme en qué piso vivía.
- ¿¡Y eso qué más da!? A ver NOMBRE
- Puuues Loquee
Todavía le di mis apellidos y algún dato más, pero una vaga lucecita se iba prendiendo en mi interior porque ¿Desde cuando los administradores piden firmas a los inquilinos?
Mientras, el actor de carácter (y menudo carácter) había rellenado un impreso y me gritó:
- FIRME
- Pero ¿Qué es esto?. Contesté yo, aún tímidamente.
Aguantando la inmensa repulsión que le causaba mi ignorancia, me miró con un asco - que solo he vuelto a ver alguna vez en la cara de alguna dependienta al abrir el probador y ver cómo me quedaban unos pantalones pitillo- y se dignó a decirme:
- Es no sé qué no sé cuántos.
No, no es que no quiera decirlo, o que no me acuerde, es que dijo más o menos eso, vamos, algo incomprensible, para que su víctima quedara (aún más) aturdida y avergonzada, no pidiera más explicaciones.
- Pero ¿no es el administrador?
- ¿El administrdor? No. ¡¡QUE FIRME!!
Entonces, de repente me di cuenta que en un tiempo récord ese hombre desconocido para mí, había pasado hasta el fondo (vale que el piso era pequeño, pero ¿cómo había llegado hasta ahí? Yo ni siquiera lo recordaba), se había sentado (¿De dónde habían salido esa mesa y una silla?) y estaba conociendo todos mis datos personales.
Y lo que era peor ¡No era el administrador! Que si lo llega a ser ¡No me hubiera preocupado que me hubiera metido en una bañera con hielo para estirparme un riñón!
En esos momentos pensé:
- Maripili, ¿qué te decía tu madre siempre?
- Que José Vélez tenía muy buena dentadura.
- No, lo otro.
- No sé, también le gustaba mucho el pelazo de El Puma. Se ve que solo le gustaban los hombre por partes.
- Que no, mujer, que nunca firmaras algo antes de leertelo.
- No, qué va, que va a decir eso mi madre. Lo que decía siempre era lo de la leche derramada...
- Bueno, pues si eso es lo que tienes, piensa en ello, hazte fuerte y di que no firmas.
- Vale, hasta luego subconsciente.

Así me armé de valor y le dije que no.
- ¡CÓMO QUE NO! ¿NO VA A FIRMAR?
- No, no, no, que no sé lo qué es y mi madre me decía ... (con voz muy flojita, muy acojonada, la verdad)
- Pues es una cosa que .... (otra vez algo incomprensible) y han firmado todos y tercero-hache
- No, no, que tengo la leche al fuego.
- Y le van a dar DIEZ MIL PESETAS.
Porque sí amigos, hubo una época en que 10.000 ptas era una cantidad que no movía a la risa.
- Noooo, que noooo.
- ¿NO QUIERE DIEZ MIL PESETAS?
¿Sabéis cuando en un culebrón la mala mira con mucha intensidad al infinito y dice "me provoca mata-la" pensando en la buena? Pues yo a este en ese momento, le debía estar provocando una hernia de hiato.
- Nooooo, váyase por favor.
Al final se fue dejándome, además de dándole muchas vueltas a la llave, confusa, con una confusión que (como aquel gran filósofo), me ha perdurado hasta hoy, cuando a veces me pregunto qué hubiera ocurrido si hubiera firmado aquello.
¿Formaría parte del siempre dinámico mercado de la trata de blancas?
¿Tendría una maleta llena de estampitas "todas iguales"?
¿Sería millonaria?
¿Tendría una olla exprés para calentar leche sin derramarla? ¿Acaso era tan solo una táctica de ventas muy agresiva? Bueno y tanto, como si realmente llega a entrar en la cocina, me clava un cuchillo jamonero.
Esto lo digo como si yo hubiera tenido un jamón en casa jamás.
Pues mira, no lo sé, pero a mí ese tema, por mucho que lo pienso, os juro que me huele más a chamusquina que la leche aquella, y por lo que sé, no es la única derrama que huele mal.

martes, 13 de septiembre de 2011

Lenguajes Informativos

¿Recordáis, oh mis incontestablemente bellos seguidores que en una ocasión tratamos el apasionante tema de cómo hablar en "lenguajes informáticos"?

En aquella ocasión aprendimos a manejar con soltura el esquivo parlamento de los aborígenes informáticos, para así poder domeñarlos y estar un paso más cerca de nuestro común objetivo: El control del universo.

Nota: Si es la primera vez que entras en este blog y no has entendido una palabra, te advierto que no, que no hay enlace o tutorial alguno que explique esto que has leído.

En definitiva, amigos, hoy ha llegado el día en que debemos ascender un paso más en el escalafón y aprender a comunicarnos, ya no con los técnicos, sino directamente con las aplicaciones informáticas y así, alcanzar lo que cualquier ser humano ha soñado desde aquel día que desmontó por primera vez un juguete encontrado en los Phoskitos, y descubrió que era incapaz de volver a montar ese ingenio diabólico compuesto por, al menos dos piezas: El dominio de las máquinas.

No, no creáis que voy a castigaros con algún interminable manual de instrucciones en 20 idiomas diferentes al castellano, que solo nos serviría a todos para saber cómo se dice "conectar a la red" en tagalo, y en caso de ser estético, tatuárnoslo (Y contarle a la gente que significa lo primero que se os ocurra esa mañana).

No, me refiero a cuando las aplicaciones informáticas nos hablan directamente, a nosotros, dueños de la creación pero incapaces de descifrar sus crípticos mensajes.

Hay quién cree que leyéndolos al revés, invocas al maligno, nada más lejos de la realidad, no hace falta descifrarlo de ninguna forma extraña, leídos directamente ya son suficientemente satánicos.

Veamos este primer ejemplo con el que el word intenta vacilarnos cuando intentamos imprimir una receta de paella mixta vegana.

la impresora no ha respondido todavía, pero puede que el programa de Ms Office pueda continuar sin la información de la impresora

¿Desea continuar o esperar a la impresora? Sí No

Evidentemente, aquí podemos hacer dos cosas: Continuar o esperar a la impresora. Porque esperar entender si con el sí continúas o esperas a la impresora, eso sí que no va a pasar.

Y mientras esperáis que la impresora venga andando, os presento mi error favorito de todos los tiempos, el error 60:

60: Error en el método '~' del objeto '~'

Sí, el lo que tiene el método ~, que es de lo más puñetero. Bueno en general, todo lo del objeto ~ es un poco conflictivo.

Aún así no le guardo rencor, y le tengo tanto cariño que cuando lo veo siempre exclamo "Anda, el error en el método ummm del objeto ummm"

El día menos pensado le pido una cita al 60 este.

Error de conversión de carácter a número numérico

¿Alguna vez os ha salido? ¿Sí? Desde luego, menuda cabeza. Mira que intentar convertir un carácter a un número numérico, cuando todo el mundo sabe que solo se puede hacer la conversión de un carácter caracteroso a un número numerario, o numeroso, no sé.

Tanto intentar conversiones más sorprendentes que las de Madonna y al final, pasa lo que pasa, y tu base de datos te termina por decir un día:

-12805 - ORA-12805: el servidor de consultas paralelas ha muerto inesperadamente

Pues las muertes inesperadas son las más sentidas, ya se sabe.

Otros directamente solo se crearon para vacilarnos, ahora os voy a desvelar un secreto que pocos conocían hasta ahora, todos los equipos informáticos del mundo tienen un micrófono incorporado, algunos bajo la inocente apariencia de adminículos que jamás hemos sabido para qué sirven.

Pues bien, estos micrófonos están programados para activarse automáticamente y grabar cuántas veces seguidas somos capaces de leer esta frase:

Una asociación de parámetros posicionales no puede seguir a una asociación especificada

Porque la posición de la parte contratante de la primera posición no especificada. Lo siento, no estoy capacitada para acabar esta frase.

¿Cómo creéis que empezó el dominio de la tierra por los de Terminator? Cachondeándose de la gente así.

Pues bien, dije que en algo os iba a ayudar y aquí va mi consejo: Hay que aprender a utilizar la fuerza de tu enemigo, o algo por el estilo. No sé, cuando lo decían los niños esos a los que envidiaba tanto por aprender artes marciales, y poder poner en práctica mi querencia por la destrucción.

Resumiendo: Se le puede dar la vuelta a la tortilla y puedes utilizarlos como mantras para conseguir que la mente se vacíe, porque a mí eso del árbol que si hace ruido o no lo hace, qué queréis que os diga, que dependerá del árbol, a lo mejor un arbustillo de esos que se ponen en los parques de los nuevos barrios que les dicen a esas jóvenes parejas que ven los pisos de la manita y les dicen "Estos árboles darán mucha sombra" y se callan "que será lo único que ocurrá después de que hayáis conseguido terminar de pagar la hipoteca".

Os dejo con el último para que lo estudiéis en profundidad y me hagáis una redacción de 157 palabras y media sobre el tema:

No puede definirse el tipo definido por el usuario

Y si lo he definido ¿Cómo puede no estar definido?, pensará alguno.

Ah, amigos, es que he dicho que había que vaciar la mente, que no vale pensar, o ¿A qué creías que se referían cuando decían aquello de "los ordenadores no piensan"?