domingo, 17 de agosto de 2014

El cine de verano (y II)

Pues sí, pues sí, amigos, quizá por aquellas innumerables experiencias de mi infancia (innumerables: dos, tres si contamos la vez que fui con Bea la de Verano Azul)  tengo un cariño insensato hacia el cine de verano, con su mezcla de películas comerciales, sillas de plástico, niños en estado de ebullición y señoras con rebequita

Es más, no sé qué tienen tus ojitos que (que me vuelven loco) y no sé que tiene el cine de verano que se produce una extraña mutación en mí cuando voy y todo lo que en los demás cines del mundo me da urticaria, por el simple hecho de hacerse al aire libre hasta me gusta y todo: gente hablando, comiendo, niños corriendo por los pasillos (o por encima de tu bolso), asientos incómodos, refrescos a precios delirantes.

Sé que es raro, pero es como si el "de verano" borrara todo lo demás, o le diera la vuelta. Iba a decir "como si lo subvirtiera" pero después me he dado cuenta de que no sé lo que significa ni cómo se escribe y en fin...

Vamos, que es lo contrario de cuando a la "fruta", la golosina de la naturaleza, le añades "escarchada" y se convierte en "eso que se queda encima del roscón de reyes".

Pero mira, todo es mejorable y si se puede ver una película bueno, pues mejor, y si se pueden quitar algunas incomodidades, pues venga incomodidades, marchad en buena lid.

A alguien más se le ha debido ocurrir, porque este verano, en Madrid hay una experiencia en ese sentido, en un marco incomparable y con un ambiente selecto que ... que mira, que no os voy a decir dónde porque suspaqué...

Para empezar, nada de palomitas y Toblerone (qué bueno el Toblerone ¿cuándo sería la última vez que me comí uno?), en el aspecto gastronómico esto es lo que te ofrecen, según un papelito (perdón, el flyer que era un sitio muy guay) que te daban a la entrada:

Bagel de pavo, manzana y salsa de mostaza y miel
Pan polar (en el cine de verano, siempre termina por refrescar) de salmón con brie
Focaccia (estaba prohibido comprar un pan normal) rellena de pollo y mozzarela al pesto
Quiche de brócoli
Mini taco de pollo deshilachado, maíz, aguacate, bacon y bastones de manzana

Parece apetecible ¿verdad? Aunque ya sabréis que hay desconfiar de un plato cuando se tarda más en leer los ingredientes que en comértelo.

En el papelito habría muchas más cosas porque para qué contároslas, sobre todo porque lo que había cuando yo fui era exactamente:
- Ensalada de plástico
- Perrito caliente

Vale que eso es lo que quedaba después de una cola inmensa, porque comida no, bebida, tampoco, pero colas había para todo: para sacar la entrada (que ya habías sacado por internet), para volver a dar la entrada (que acababas de enseñar) en otra entrada, para lo del perrito caliente...

Pero eso sí, todo con un d.j. por ahí en medio amenizándolo todo con música chill-out, así que todo era un desastre, pero de lo más relajante.

En ese ambiente tan bonito, a la par que masificado e inútil, una amiga y yo decidimos no dejarnos intimidar y realizar una de las misiones más aventureras que una mujer (o un hombre, pero vamos, que yo digo la mía, claro) puede afrontar en una salida nocturna: encontrar el baño.

La organización, no contentos con el d.j. proponía al público un acertijo. Muy atentos, que hay que estar atento para resolverlo. Poneros algo de música de ambiente en casa, que ayuda mucho.

Encontramos una puerta con los muñequitos clásicos que anuncian los aseos de hombre y de mujer, la cruzamos y ante nosotras aparecieron otras dos puertas:

A la izquierda, una sin cartelito, en frente, otra con el dibujito ese de la señora con falda que va tanto al baño cuando sale por ahí.

Cruzamos la puerta con el cartel de mujeres, pero no hay ningún baño, sino otras tres puertas (esto se empieza a poner intrigante ¿eh?)

Uno pone "Prohibido el paso, solo personal autorizado", otra puerta no pone nada y la última, tiene el muñequito de baño de hombres.

Os dejo un momento para que pongáis la misma cara que pusimos mi amiga y yo.

La puerta sin cartel se abre y vemos una escalera, de la baja un hombre con un distintivo de ser de la organización, cruza ese extraño rellano y cuando va a entrar por la puerta "prohibida" le preguntamos que dónde estaba el baño de chicas, y si trabajaba Escher por ahí.

- Está fuera.
- ¿La puerta de fuera?
- Sí, sí, según salís, la puerta que hay

Y añade con tono condescendiente:
- Pero lo pone en el cartel ¿eeeeh?

Desaparece a tiempo de perderse nuestras caras de asombro.

Salimos de ese extraño contubernio de puertas y nos decidimos a entrar en la que nos ha indicado este hombre.

Entramos riéndonos, tapándonos los ojos
- Uum, ¿hay alguien?
Urinarios no había, buena señal, ni caballero haciendo uso de ellos, mejor señal aún.

Entro en uno de los cuartitos, no del todo convencida de que no vaya a aparecer en otro plano espacio-temporal, mientras mi amiga se queda fuera con los bolsos y la cara de sorpresa. Al salir, veo que hay unas tres mujeres dando vueltas entre las dos puertas, la del baño sin cartel y la del engañoso, que nos miran dudosas.

- Entrad, entrad, que este es el de mujeres.
- Es que .... es que hay un hombre dentro.

Y en uno de los lavabos, un pobre chico lavándose las manos con cara de "Juraría que cuando he entrado, este era el baño de hombres, pero se ve que ha cambiado en este lapso"

La gente que vamos al cine de verano, es que somos mucho de decir "lapso".

En fin, que en el rato que pasó entre que entré yo, mi amiga, nos lavamos las manos, etc... vimos a un montón de gente, entre chicos y chicas, que miraban desconcertados a una y otra puerta, sin atreverse del todo a entrar en ninguna parte a la par que se planteaban su auténtica identidad sexual.

Pensamos quedarnos a decir que ese era el de chicas a todo el mundo (eso y aquello de "pero si lo pone en la puertaa"), pero nos dio un poco de miedo acabar así, y nos fuimos a buscar alguna cola que no hubiéramos hecho todavía.


domingo, 10 de agosto de 2014

El cine de verano (I)


Uno de los placeres que para mí encierra el verano (¿cómo que encierra? ¿es que no lo dejan salir?) es el cine al aire libre.

Bueno, si me dan a escoger prefiero ir a que me pongan una infiltración, pero es lo que más me gusta después de que me metan una aguja entre las vértebras.

¡Ah, el cine de verano! Habrás ido mucho, de pequeña, te traerá recuerdos de la infancia...

Pues sí, la verdad es que cuando era mozalbeta no paraba de ir al cine de verano. Por lo menos, por lo menos fui, así sin exagerar, tres veces.

Una en la parroquia de mi urba ...
- ¿Urba? ¿Qué es eso de "urba"?
- Es la forma de decir que vives en una urbanización sin servicios de ningún tipo, para que no parezca algo tan sumamente aburrido como para que te resulte atractivo ir a ver una película a la parroquia.

No sé, tendría yo unos siete años y proyectaron un título muy adecuado para la chavalería, algo divertido, infantil y .... y eso: El derecho de nacer.

Si su objetivo era que nos volviéramos más piadosos, conmigo lo consiguieron, porque no pasa un día sin que ndé gracias a San Ramón Nonato por no permitirme recordar de qué narices iba a aquello.

También le felicito por no haberla tenido que verla él, porque digo yo que si no has nacido, tus posibilidades de ir al cine deben quedar bastante mermadas. No sé, digo yo.

Claro que tampoco es tan raro que tarde o temprano semejante producto se cruzara en mi existencia, porque por los 500 enlaces que tiene en la wikipedia, se ve que tiene más versiones que Yesterday y Paquito el Chocolatero juntos.

Nota: el día se haga una fusión entre Yesterday y Paquito el Chocolatero, por favor, por favor, por favor, olvidad que fui yo la que tuvo la idea.

La segunda vez tendría yo unos doce años y estaba pasando un apasionante verano con mis primos pequeños en la sierra madrileña. Yo siempre he vivido al límite, qué queréis que os diga.

Tranquilos que esta segunda experiencia con el cine de verano fue mucho mejor ¿eh? Esta vez vi un gran clásico, una de esas películas que dejan huella, que marcan una infancia, que (vale, lo digo ya): El Superpoderoso, os pongo un enlace para que veáis que no me lo invento.

Iba de un tal Mario Girotti que se convertía, no me acuerdo cómo ni por qué, en un súper héroe llamado Terence Hill capaz de hacer la friolera de 80 películas malas. Vale, algunas no son tan malas, y la mayoría son, directamente, peores.

De esa solo recuerdo dos cosas: que no salía Bud Spencer y que el protagonista que era un policía americano, se transformaba en un súper héroe por efecto de vaya usted a saber qué, y cuando le disparaban era capaz de atrapar una bala con los dientes, para solaz del juvenil público ahí congregado, especialmente de los que aún estaban despiertos y semi-conscientes, a pesar del ingestión masiva de palomitas y la sobredosis de refrescos súperazucarados.

La tercera fue un poco más tarde, creo que ya tenía los catorce años, qué bonita edad ¿verdad? Fue unas vacaciones que estaba con mi pandilla de la playa. A mí me gustaba un chico rubito que me parecía de lo más mono, y que ya era un hombre adulto, con experiencia, no sé, por lo menos tenía quince o dieciséis años.

La cosa es que ese chico, el que me gustaba, ¡me invitó al cine de verano! Qué emoción, por favor, iba a ser una noche mágica y eso que llevaba a mi hermano pequeño de carabina, pero bueno.

La noche sin embargo se complicó y no acabó como yo pensaba, sobre todo porque aparecieron por ahí Pancho y Javi, los chicos de mi pandi (lo de urba malo, lo de pandi, ya no tiene perdón de Dios, ni siquiera de San Ramón Nonato) y la cosa acabo de aquella manera.

Con lo mona que iba yo con mi vestidito azul y mi bolsito cruzado, aún me acuerdo de ese vestido .... y es curioso porque jamás he tenido uno así, ni un hermano pequeño, ni nada, pero por algún motivo me acuerdo perfectamente de aquel verano.

Es más, me acuerdo por lo menos de dos o tres veranos que fueron exactamente iguales, lo que no deja de ser curioso ¡Cómo lo pasábamos con nuestras bicis silbando mientras pedaleábamos por esos caminos de Nerja!

Bueno, cuando me aclare de lo que realmente pasó y, ya puestos, comprenda el por qué de esa aversión que tengo a comer chanquetes, os contaré otras experiencias con el cine de verano. Eso y aquella vez que fui fallera en una galaxia muy, muy lejana.