miércoles, 22 de junio de 2011

VACACIONES DE VERANO PARA MÍ

Pues sí, se acerca el momento más feliz del año.

Sí, hombre, ese en el que te quedas a acabar cosas en el trabajo hasta las tantas, pones 3 lavadoras en dos días y te preguntas por qué si te vas 7 días de vacaciones, te pasas 4 haciendo preparativos.

Creo que la fórmula para saber el número total de días de preparativos previos es:

(Días que te vas de viaje + Personas que viajan) * Veces que dices "¿Plancho esto, o me lo llevo tal cual?"

En estos momentos te das cuenta de que la verdadera "Duda Metódica" fue lo que le surgió a Descartes mientras hacía el equipaje y se preguntaba si debería llevarse la peluca de los domingos, o solo la de diario, y si la casaca azul marino le bastaría o necesitaba una blanca por si le invitaban a una fiesta en Ibiza.

Todo esto para decir que ME VOY DE VACACIONES, sí, amigos, sí, pero no esas vacaciones de baja intensidad que me llevo cogiendo (sic) todos los años, de 12 días, de tres semanas... no, no, vacaciones DE UN MES.

Desde que empecé mi longeva vida laboral, no las había visto así, y es que en el taller de hilado aquel eran muy estrictos, ya se lo comenté a Velázquez cuando vino a pintarnos. Soy la que sale como de espaldas, para conservar el anonimato.

Me pregunto si llegaré a aburrirme como cuando era pequeña y tenía vacaciones escolares.

Sí, seguro que me aburro de no hacer algo tan apasionante como trabajar. Ya lo estoy viendo.

Pero no son solo unas vacaciones laborales (e internetianas, porque no estaré conectada), sino que he pensado que por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a tomarme unas LARGAS vacaciones blogueras.

Bueno, no sé si lo haré, pero mis buenos propósitos de verano son: Mandar a Edwina unas cuántas cartas, escribir entradas de sobra - para cumplir mis (ficticios) plazos de entrega - que últimamente estoy "posteando en tiempos revueltos", y así no hay manera.

Y es que lo sé, lo sé, no he sido muy puntual últimamente, y voy a intentar solventarlo en cuánto vuelva de la playa.

Y deshaga la maleta.

Y descanse unos días.

Y me lea esos libros pendientes.

Y rieg... bueno, tire las plantas que hayan fallecido.

Y....

jueves, 9 de junio de 2011

Fondo y Forma (II)

Sigamos con mi querido gimnasio, porque no sé si he dicho que voy al gimnasio ya antes. De momento dejaremos a un lado el espinoso asunto del circuito de máquinas que siempre me hacen pensar en Jerry Lewis y su permanente lucha contra el funcionamiento de absolutamente todo. Y pasemos a un tema que yo pensé que me sería más fácil de abordar: Las clases de yoguilates.

Sí, el término es ese "yoguilates" y , al igual que las mulas y el calimocho, se trata de una unión contra natura de dos elementos que jamás debieron mezclarse. Supuestamente.

Digo supuestamente porque desde ya os digo que "ilates" puede, pero que el yogui ese se ha debido ir a la India o volver a robar cestas a Yellostowne, pero a esa clase, no va.

Eso lo afirmo con la convicción que me da saber que yo, gimnasios, no habré pisado muchos en mi vida, pero clases de yoga, unas cuantas. Lo que me lleva a la entrada anterior, cuando os decía que me había cambiado de bando radicalmente.

De bando y de vestuario, que he tenido que desechar esos pantalones negros sin marca (las marcas están muy mal vistas en el mundo del yoga) y esas camisetas color avena, a ser posible de con pinta de haberla comprado en una tienda Intermon o mucho mejor que parezca que "¿Esta? Esta camiseta la tengo hace un montón de años".

Bueno, pues a yoguilates yo no voy ni para ponerme en forma ni para hacer estiramientos, ni para poder ponerme por fin ropa chula de Nike, voy por el amor.

Oye, que es en serio, y es que nadie me lo ha dicho nunca, pero noto que soy la persona más querida de ese grupo. Lo sé porque soy la está más gorda de clase.

Aquí conviene explicar que en esta vida no hay nadie que pueda sentirse en términos absolutos "gordo", solo podemos considerarnos "más gordos". Esa es la única explicación plausible de que Dios haya creado a unos gemelos en Dakota del Norte, que pesan más de 250 kg cada uno.

Lo de hacerse fotos subidos a dos motos idénticas (en Dakota se fabrican amortiguadores que son la envidia del resto del mundo), ya es asunto de ellos.

Y si dudáis esto, no tenéis más que buscar en una sección del Hola donde semana tras semana desde hace varias décadas realizan ímprobos esfuerzos para mostrarnos fotos que nos llenan de un asombro sin límites.

Me refiero a imágenes como las de "El Perro más grande del mundo y el perro más pequeño del mundo" en las que se puede ver un Gran Danés con pinta de haberse comido hasta a la Sirenita, junto a una ratilla de esas que la gente les pone un collar con brillantitos y les llama perros.

También de inventos tan útiles como un paraguas con televisión incorporada, paraguas para amos y perros a la vez (lo que une los paraguas y las mascotas, dos clásicos en esta sección).

Y cómo la inefable reproducción de la Torre Eiffel realizada - con tanto trabajo y habilidad como falta de gusto y de aficiones respetables - en el material menos manejable y noble posible: Envoltorios de chicle, rulos, o pastillas, generalmente la medicación que quizá el autor de tan magna obra no debería haber olvidado tomar. A su lado a veces se ve la foto de un señor alemán que no tiene televisión.

¿Y por qué mi aspecto botijil llena de solaz a mis condiscípulos? ¿Por crueldad?

Pues no, volviendo al tema de los comparativos, reconozcamos que a todos nos alegra ver a alguien más gordo que nosotros en la mayoría de las circunstancias, especialmente si aspiramos a ser escogidos Miss o el siguiente jugador del equipo de balón prisionero, cuando dos sádicos compañeros gritan:

- Yo a Mari Carmen

- Yo al Jonan

- Yo a la rubia de las pecas que no sé cómo se llama.

- Vale, pues solo me queda Peláez.

¡Ah, qué bonita experiencia infantil! ¡Cuántas exitosas carreras de asesinos en serie se habrán forjado en esos rituales de rechazo y humillación!

En realidad, hay muy pocas ocasiones en las que no nos guste ver a alguien que pese más que nosotros.

Quizá solo en una cita a ciegas y en el espejo.

Espera, tampoco me gustaría si fuera alguien que me estuviera diciendo: "Hola, soy tu nuevo endocrino".

No solo eso, es que además soy la peor de la clase, vamos que soy malísima. La profesora dice "Ahora estirad la pierna derecha a la vez que el brazo izquierdo", y yo, ni caso, venga a matar bebés focas como una loca.

Y si hay algo que en este mundo nos gusta más que ver a alguien más gordo, es ver a alguien más torpe. ¡Ay! Cuánta gente durante su vida escolar ha mirado a un compañero con inusitado cariño mientras pensaba:

- Por favor, por favor, por favor, que nunca se lleven al zote de Peláez de esta clase.

Especialmente la niña esa a la que escogieron la penúltima, y que tiene tan poca entidad, que ni me acuerdo de nada más de ella, y eso que la he creado yo. Es triste ser un personaje secundario, pero mucho peor sería ser Peláez.

Así que he decidido ponerme la primera de la clase, sí, sí, a la que se la ve en el espejo de cuerpo entero, la primerita.

Yo soy así, de vez en cuando hago estas cosas solo por hacer algo bueno por la humanidad, como cuando intenté que Najwa Nimri no abandonara su trabajo como dependienta borde de tienda de ropa cool y Penélope Cruz, el Breshka de Alcobendas.

Así, la gente que está notando que no consigue subir los brazos a la vez que baja las rodillas, boca arriba, sujetando las lumbares y sin subir los hombros, mire al espejo por el rabillo del ojo y me vea a mí, no le asaltarán pensamientos negativos sino que pensará:

- Mira ya sé qué se hizo de aquel Barriguitas que me regalaron por mi comunión.

Basándome en esto, he elaborado un gran plan, cuando consiga dominar el mundo, en televisión solo se podrán ver:

- Canales temáticos de cine y series de calidad, a ser posible clásicos.

- Teatro, programas de libros y en general gafapasteces variadas.

- Los siete primeros canales generalistas serán sustituidos por un programa de 24 horas diarias donde se podrá contemplar mi pícnica estampa intentando (sin ningún éxito) realizar una y otra vez, los mismos estiramientos.

Quizá me haga acompañar por un grupo de señores de edad avanzada y nivel iniciación, que harán "gimnasia de mantenimiento" a cámara lenta, llevando camisetas de "Repuestos Martínez" y mallas del Carrefour.

Nadie habrá hecho más por la cultura en este país.

Y menos por el deporte.