lunes, 18 de marzo de 2013

Infiltrados

Infiltrados

¿Sabéis lo que es una infiltración? Según la wikipedia
"En medicina, puede referirse a la inyección de un fármaco antiinflamatorio en una articulación inflamada,"

Resumiendo, que si te duele por ejemplo, la rodilla de tus años de deportista de élite o tienes la espalda (como yo) como un salpicón de mariscos, te pueden poner una infiltración, y si dan con el nervio adecuado (y nadie dice que lo consigan) te deja de doler una temporadita.


A mí esto me lo explicaron en la consulta del médico y me pareció una buena idea, lo de que me pincharon no me seducía, pero ¿qué es un pinchazo a cambio de volver bailar la rumba durante meses? Yo es que bailo mucho la rumba así, en los ratos libre que tengo mientras espero en la cola de Ahorramás, y no veáis qué ovaciones despierto.


Así que allá que me dirigí llena de esperanzas y con mis mallas de bailarina de rumba preparadas, por si acaso.

Después de unos cuántos preámbulos hospitalarios, me llamaron para entrar a la consulta, la enfermera me miró de pies a cabeza y me dijo (dónde vas con esas mallas, mujer) digo:
- ¿Eso son botas?
- Son botines

Bueno, pues quítatelo todo, te pones esta bata de hospital, científicamente diseñada para que desaparezca cualquier resto de tu dignidad y encima de los botines te pones estos patucos

Sí, había algo peor que ir por ahí en bata de hospital, y es ir con unos patucos encima de los zapatos. Da igual, en todo caso, yo no lo sabía todavía pero no iba a andar descalza por ahí, ni descalza, ni de ninguna otra manera.

Me dijeron que me sentara en un silloncito y me pusieron una pulserita de esas que te ponen para que no te roben los bebés y una vía

¿Una vía? Eh? ¿Por qué? ¿Para pincharme una vez en la espalda me ponen una vía? No, oiga, a mí ya me han operado, gracias.

- Así no te enteras de nada. -  Me dice muy flamenca la enfermera

- ¿Es que me van a poner analgésicos?

- Ah, bueno, pues a lo mejor no. Bueno, tú pídelos, entra diciendo "Que me pongan muchas cosas, que para eso me han pinchado"

De momento lo que sí me pusieron fue dos botellas de suero, supongo que para que saliera de ahí aún más indiscutiblemente bella, porque ya se sabe que hay que beber mucha agua para estar muy bella, y empezar a decir las chorradas que dicen las modelos.

Al cabo de un buen rato, me llevaron (yendo en un sillón con ruedas un poco extraño, que yo ya no andaba sola) a un quirófano (sí, quirófano). Lo de que fuera un quirófano me dio un poco de miedito, pero nada comparado con el miedo que me dio la puerta que casi me trago cuando me llevaban con la silla.

En el quirófano de marras hubo que pasarme del sillón a una camilla, con el suero y todo, que fue un poco aventura. Cuando por fin me pongo boca abajo en la posición más incómoda del mundo, oigo:

- Anda, si nos falta el aparato

- ¿¿El qué??

- Un aparato de radiofrecuencia ( ¿era radiofrecuencia?) que necesitamos y que va a tardar 20 minutos porque lo tiene no sé quién

- Aaaah

- Ahí no estás muy cómoda ¿no?

- ¿Boca abajo sobre una mesa de quirófano con el brazo del suero puesto a la remanguillé? Hombre, pues he tenido mejores momentos.

- Bueno, pues te vamos a volver a sentar en el sillón.

Otro rato diciendo

- A ver cuidado... yo cojo el suero... espera... no, no, mejor a la derecha…

Me vuelven a sentar en el famoso silloncito y me dice una enfermera:

- Venga, te voy a pinchar una cervecita
- Pinche, pinche...
- Y recuerda que la de las cervezas aquí es Almudena

- Anda Almudena que es la patrona de Madrid, porque …

Dos minutos más tarde, la "cerveza" me hizo efecto y las vírgenes de la Almudena y de la santísima Basílica del Pilar, empezaron a estar muy lejanas, muy lejanas, muy lejanas.... Y yo empezaba a cambiar radicalmente de idea sobre las drogas y su efecto pernicioso en la juventud de hoy en día.

Por cierto que yo no sé qué cervezas tomará la tal Almudena, pero yo creo que eso eran cuatro sol y sombras seguidos, como poco.

Al final la espera del aparato, no fueron 20 minutos sino unos 45, porque se coló otra señora (lo sé porque la tenía delante de mí) y oí a las enfermeras hablar:

- Ya te dije yo que eran dos personas, no una.
- Bueno, los médicos se han ido a tomar un café.


Mirándome a mí
- Y esta ¿cómo está?

Oiga, pues delante de usted, que estoy un poco grogui, no sorda.

Dos desayunos de los médicos, dos señoras atendidas y otro paseíto en sillón pasando al filo de las puertas más tarde, entré en el quirófano.

Otro traspaso silla-camilla bastante chungo, y por fin empiezan a pincharme unas 20 veces.

- ¿Lo sientes?
- Sí
- ¿Y dónde?
- Pues donde acabas de introducir una aguja en mi cuerpo serrano, tú sabrás mejor el punto exacto, mujer
- No, no, lo que tiene que sentir es un hormigueo en la zona en la que le suele doler, señal de que hemos pillado el nervio

Más pinchazos
- ¿Lo sientes?
- Sí, pero en otra parte que no tiene nada que ver
- Vaya, a ver si acertamos ahora

- Aaaaay  ¡Que se me está moviendo una pierna sola!
-  Bueno, pero si no sientes el hormigueo, nada
- No... yo... bueno, era por hablar de algo, es que nunca se me habían movido las piernas solas, y ya ve, me resultaba curioso y he querido compartir la experiencia.


Más pinchazos, y más "qué sientes" y más "que me has pinchado con una aguja 27 veces en un área de tres centímetros", y por fin parece que acertaron... o quizá no.

En fin, que por fin me llevaron a otra sala para que me recuperara un poco de todo: la cerveza, los pinchazos, y que intentaran estamparme con la silla contra los quicios de la puertas en todos los paseos, mientras uno gritaba por el pasillo “Que le quiten el carnet".

Es que en los hospitales son muy chistosos, claro, con esas cervezas que se toman los tíos...

A todo esto, a mí ya no me dolía ni sentía ni padecía, porque tenía una preocupación más grande: los dos sueros que me habían metido entre pecho y espalda (dolorida) y que llevaban tiempo reclamando una salida digna.

- Tengo que ir al baño
- Pues aquí no puedes
- Oh, campos de soledad, oh mustios collados.

Al cabo de un buen rato me dice una enfermera
- Eres diabética?
- (a buenas horas lo preguntáis) No
- Es para darte un zumo
- No, un zumo no, más liquidos noooooo!
- Pues te lo tienes que tomar
- Jopelines
- ¿De melocotón o de piña?
- De ir al baño, por favor



De momento no me ha hecho efecto, me han dicho que hasta que no pasen unos 15 días, no se puede saber si ha ido bien, o no. Digo que no me ha hecho efecto la infiltración, pero la "cervecita" ha dejado una secuela horrible, y esta mañana he estado cantando "Linda" de Miguel Bosé.


Estoy preocupada.

lunes, 11 de marzo de 2013

Querido diario (y II)


Pues bien, hoy he cantado “Alegre la mañana” (o por lo menos las dos frases y media que me sé) y después, me he encaminado llena de optimismo al famoso servicio técnico de mis pecados. Del pecado de cantar tan mal, digo yo.


He llegado al local,  he entrado con decisión y he dicho:

- Hola, soy Loque Meahorro, vengo a por mi pantalla.

- ¿Tienes el resguardo que te dimos?

- Ni lo sé ni me importa, soy Loque Meahorro y vengo a por mi pantalla.

- Ya, pero es que te dimos un resguardo y lo neces…

- Soy Loque Meahorro y vengo a por la pantalla.

- Es Loque Meahorro,.... -Se oía al fondo mientras tanto.

Un minuto antes de que dijera "que no tengo pantalla hace tres meses y estoy mu'loca", me lo han dado sin resguardo ni nada,  como se lo hubieran dado a Clint Eastwood: Porque daba miedito.

En cuanto me lo han dado, les he regalado el poncho  al feo y al malo – que trabajan todos ahí casualmente - y  he salido corriendo, llevando el portátil bien sujeto. 

Al primero que me he encontrado en la calle, le he dado mi móvil y le he dicho

-          ¿Nos puede hacer una foto a mí y a mi pantalla de ordenador, por favor?

¡Menuda foto! Yo salgo con los ojos cerrados y la boca abierta y ella, con la tapa bajada.

O eso creo  aunque no estoy muy segura, porque ahora tengo un pantalla de ordenador, pero del móvil no he vuelto a saber. De verdad que ese tío no parecía estar en tan buena forma.

Qué emoción, he llegado a casa, he tirado el bolso en cualquier parte, me he sentado frente a ella, la he mirado a los ojos y con mucho sentimiendo, le he confesado:

-  ¡Te he echado mucho de menos! ¡Uno no sabe lo que tiene hasta que lo ha perdido!  ¡¡Te quiero!!

Y ella me ha contestado:

- Windows Vista

¡Qué tarde hemos pasado! ¡La de cosas que teníamos que decirnos! Ella me ha estado contando historias del mundo más allá de los confines de la tierra del "no lo tenemos en stock"

Y yo le he preguntado:

- ¿Cómo es ese lugar? ¿Estaba ahí mi botín perdido?

Después, ya no he podido contenerme y le  he confesado:

- Durante estos meses he tenido ansiedad, de tenerte en mis brazos, de tener tus encantos…

Ha empezado a parpadear y cuando he llegado a "y en la boca volverte a besar" ha salido huyendo.
No la culpo, la verdad.

lunes, 4 de marzo de 2013

Querido diario (I)



Hoy, ha sucedido algo que ha cambiado por completo mi vida, ha  llegado el día que tanto ansiaba y que – la verdad sea dicha -  llegué a pensar que nunca llegaría.

Hoy, por fin, me he reencontrado con quién a tanto amaba, y que no sabía que tanto lo amaba hasta que lo perdí.

Esta frase la he copiado de “la novela” de a mediodía “Entre el amor y el odio” que digo yo que le pusieron el título a ese culebrón, antes de saber de qué iba a tratar, y debieron pensar que así acertaban fijo, porque algo incluido en el amplio espectro que hay entre al amor y el odio, saldría en la serie, fijo.

Sí, mi querido diario: Hoy me he reencontrado con la pantalla de mi portátil, que llevaba tres meses tres, en el servicio técnico.

Cuando me han llamado para decírmelo, me he puesto tan contenta, tan contenta, tan contenta (una vez por cada mes) que he empezado a cantar:


“Alegre la mañana que nos habla de ti,

Alegreeee la mañana”


Esto, querido diario (que sé que no has ido a un colegio de monjas, sobre todo porque eres un diario) es una de esas canciones de misa que te aprendes de pequeño y que se adhieren a tu hipotálamo para toda la vida, para surgir en los momentos más inesperados a la superficie.


Digo que se aprenden pero yo, como la mayoría de la gente, no paso del estribillo y si acaso de  las tres primeras frases, sobre todo si como en esta canción, son iguales.

En concreto, yo cuando estoy contenta siempre, siempre, siempre (sea la hora que sea) pienso “alegre la mañana que nos habla de ti”. ¿Y por qué? te preguntarás, oh querido diario. Si es que un diario tiene dudas existenciales, además de una paciencia importante para aguantar todas las chorradas que le cuenta la gente, me imagino.

Pues porque cuando iba al colegio, durante un curso, en cuánto llegábamos por la mañana (fuera alegre o no), teníamos que tener un rato de recogimiento cristiano para comenzar la jornada.

Pero no confiando las astutas monjitas en el recogimiento de unas niñas de 11 años a las 9 de la mañana, habían editado unas fotocopias (una para cada día del curso) . En cada hojita había una lectura que debía inspirar nuestra alma juvenil (o eso creo recordar, que no se puede decir que estuviera excesivamente atenta al intríngulis de la cuestión), una oración, y para finalizar esta adelantada hora del ángelus de andar por casa, había que cantar una canción religiosa.

La profesora que teníamos aquel año (que para mí que tampoco andaba muy atenta, como yo) siempre que llegaba al final de la hojita, leía:


Hoy hay que cantar “Alabaré a mi señor” ¿os la sabéis?

-          Ummm

-          Bueeno

-          No sé….

-          No mucho

Al final preguntaba:

-          ¿Bueno y cuál es sabéis?

-          Alegre la mañana – Dijo un día una que debía saberse la canción, así que sabemos que yo, no fui.

-          Venga, pues cantadla


Y entonces un grupo de voces infantiles atacaba (sin piedad) y ciertos bríos la famosa cancioncilla

-          Alegre la mañana que nos habla de ti, alegré la mañanaa

En la segunda frase bajaba significativamente el entusiasmo

-          En nombre de Dios padre, del hijo y del espírituuuu

Entusiasmo que se diluía definitivamente cuando llegábamos a la tercera

-          Eeehmmm ummm y saludamos la auroraaa….

Y ya por fin se oía algún tarareo, más o menos entrecortado que significaba

-          Uummmm purificada y purificadoraaaaa…

Después da capo a “alegre la mañana” (aunque con nosotras cantando, ya se empezaba a estropear) y chimpún, que no nos sabíamos más.

A la mañana siguiente, más lectura, más oración y más:

-          Hoy toca cantar “Jesús es nuestro amigo” ¿os la sabéis?

-          Ummm

-          No sé…

-          No mucho

Y más “¿Cuál os sabéis?” Y más “Alegre la mañana”, y más “Pues venga”.

Y así un año entero, día tras día: Alegreeeeee la mañanaaaa.

Tras día, tras día….

Pues bien, hoy he cantado “Alegre la mañana” (o por lo menos las dos frases y media que me sé) y después, me he encaminado llena de optimismo al famoso servicio técnico de mis pecados. En concreto del pecado de cantar tan mal, digo yo.