domingo, 14 de octubre de 2012

Estado intervenido

O intervenida para ser más exactos, pero no me salía la gracia y sé que no le tendréis en cuenta cuándo sepáis que estoy intervenida.

O sea, que me han intervenido quirúrgicamente, porque a mí no me operan como al resto de los mortales, menuda soy yo, a mí me intervienen, ea.

Iba a escribir una entrada contando una cosa muy salerosa, o eso me creo yo, pero francamente-sinceramente, no me ha dado tiempo porque he estado muy ocupada despidiéndome.

¿De quién? De ELLA ¿Y quién es ella? Pues mi vesícula ¿Y a qué dedica el tiempo libre? Pues se ve que a dejar piedrecitas por ahí. Como Hansel y Gretel.

O a lo mejor era Pulgarcito el que iba dejando rastro, porque Hansel y Gretel para qué iban a querer volver con esos padres que les abandonaron en el bosque para que los devoraran los lobos, y así ahorrarse el material escolar y forrar los libros.


Pues eso, que dejo esto programado, así que digo yo, que ya estaré postrada en mi lecho de dolor, o a ser posible, postrada en mi lecho de sábanas de florecitas, cuando leais esto.

No sé cuándo volveré a publicar, pero ¡cuidadme el cortijo!



jueves, 4 de octubre de 2012

Primero, tomaremos la ciudad


Amigos, creo que ya va siendo hora de que adoptemos medidas concretas encaminadas al dominio mundial. De momento se me ha ocurrido una: Invadamos París.

Vale, no se me ha ocurrido a mí, me lo dijo un amigo a quien le he plagiado la idea. Sí, un amigo, uno de verdad, no el conejo gigante que me susurró al oído que quemara el internado, como le expliqué a la policía con la mirada perdida en el vacío; en el vacío que dejo el internado, en concreto.

En realidad dijo que España podría invadir Francia, no sé para hundirlos a ellos también, supongo. Pero yo creo que hay que ir pasito a paso, primero una ciudad, y si vemos que se nos da bien, el área metropolitana, la provincia, … no hay que ser demasiado ambiciosos.

Eso sí, puestos a invadir una ciudad que sea París, que mola un rato. Ya sé que podíamos empezar por un objetivo más modesto, como Soria o Teruel, que a lo mejor hasta nos lo agradecían y todo, que algo de vidilla ya les daríamos.

Pero he escogido París, porque he estado cuatro días este verano, y la verdad, no me ha dado tiempo a nada. Así que a la que vamos e invadimos, lo veo todo con más calma, y de paso, compro algún souvenir. Así han empezado todos los grandes imperios de la historia, con gente a la que no le había dado tiempo a comprarse una camiseta.

Yo es un plan al que no le veo fisuras. ¿Y tú, conejo gigante?

Oh, París, París:

¡La ville lumieré!,

¡La ciudad que nunca duerme!  Espera ¿Eso no es Nueva York? ¿O mi barrio? porque no hay quién pegue ojo

¡La ciudad más romántica del mundo!

¡La ciudad con los sobrenombres más cursis de la historia!

En cuánto llegamos, dije

- ¡¡Estoy en París, en París!! ¿Estoy muerta?

- No.

- Entonces he visto París antes de morir.

Y es que era uno de los objetivos de mi vida, ir a París antes de morirme. Sobre todo porque hacerlo después sospecho que puede implicar una serie de problemas logísticos de complicada resolución.

Sí, lo pregunté, es cierto. Soy así de mema, que es lo que tenemos todos los grandes invasores de la historia, además de lo de las camisetas.

Mira, si al final se ponen farrucos y no nos lo dejan invadir todo, nos quedamos solo con parte de la ciudad, en concreto, con los áticos.

Y es que la ciudad está plagada de áticos maravillosos con terrazas con jardincitos donde la gente come brie  y le echa las miguitas a los cuervos, que así están de hermosos, que sus colegas españoles les debe dar vergüenza de encontrarse con ellos, de lo rollizos que se les ve. Por cierto, mito desmontado: El negro no adelgaza.

Lo dicho, nos quedamos con los áticos y con los barrios más caros del centro, y los parisinos que se queden los bajos, las entreplantas, el Cuatro Vientos de París y los cuervos esos, que dan un mal rollo… Por cierto, yo te maldigo Alfred Hichcock, Hitchc… Hisco… cómo te llames, te maldigo igual.

He de explicar que soy la persona idónea para dirigir esta invasión de alto nivel (y nunca mejor dicho), porque conozco bien el terreno. Que lo certifique mi familia: cada vez que veía un ático preciosísimo en las zonas más chic de la ciudad (como estaba en Francia, decía chic, que yo me adapto muy bien allá do voy) suspiraba y decía:

- Aquí viví con Jean Phillipe (suspiro)

No podemos dejar de quedarnos con unos cuántos cafés y pastelerías, yo ya los tengo fichados: Que pasábamos por delante de uno de los cienes de cafeses cucos, decía

- Aquí conocí a Jean Paul (suspiro)

Por un bistrot monísimo y con una pinta de caro...

- Aquí cenaba con Jean François

- Aquí paseaba con Jean ... Renó.

Es que ya no se me ocurrían más nombres franceses.

Y así todo el día, venga a pasar por sitios, y a suspirar y poner cara de francesita que recuerda cuánto amó en el pasado, y lo delgada que está en cualquier tiempo.

- Aquí discutí con Jean Claude

- Aquí amé a Jean Louis

- Aquí interrumpí mi lectura...


Lo dicho, que soy la persona indicada, y es que viví muchos años en París ¿nunca os lo había dicho? No me extraña, porque es una mentira cochina.

Pues sí, una vez fui parisina. En concreto, en una película francesa que vi en V.O. y en la que sospecho que me quedé dormida, sobre todo porque en mi sueño pasaban muchísimas más cosas que en la película.

Lo cual era fácil, porque en la peli real solo hablaban unos mucho. Pero eso sí, muy bien vestidos.

Creo que era de Rohmmer, si alguien no conoce las películas que hacía este señor, se reconocían fácilmente porque salía un montón de chicos jóvenes y guapos, con pinta de no haber trabajado un solo día en todos los días de su vida (y no precisamente por el problema del paro juvenil), muy bien despeinados, con ropa muy cara sin planchar y venga a ir a la playa, o al campo o a cualquier otro sitio donde sea que vaya la gente con escasas obligaciones personales, y venga a hablar y venga a liarse unos con otros.

Para entendernos, como los hijos de Carolina de Mónaco, pero con menos foulares.