¿Es verdad? Tuve un novio músico (I)

Siguiendo la estela del homenaje a Doctora y pasando abiertamente al plagio más miserable, os voy a contar una historia sin deciros hasta el final, si de verdad me ocurrió.

Quería contárosla en una sola parte, pero como desconozco el término "concretar" al final voy a dividirlo en dos capítulos, así que os pido que de momento no digáis si os parece verdad o mentira.

A cambio, os recomiendo vivamente que mejor escribáis en los comentarios “Cuánto me ha gustado, tu blog da sentido a mi existencia y voy a dedicar a partir de ahora todas mis energías a conseguir que vivas en la más ostentosa de las opulencias".

Pero que quede espontáneo ¿vale?

Primer capítulo: El Amor

Pues sí, es cierto, salí con un chico que era músico, pero no uno de esos novios músicos que no molan nada, de los que se pasan estudiando años y años en el conservatorio y que no pueden ir a ninguna parte porque tienen que ensayar lo mismo una y otra vez, y total para no hacerse rico, ni nada.

Venga ya ¿Os creías que iba a escribir una entrada para contar que tuve un novio al que esperaba a la salida de los ensayos de la rondalla?

Pues no, yo tuve un novio músico de los que molan, de los que tienen un grupo. En fin, la clase de novio que todo el mundo quiere tener a determinada edad, porque esto, evidentemente pasó cuando estaba en plena edad del pavo, que hasta hacía glu-glu y todo.

Evidentemente no era un grupo famoso, ni ganaban dinero, ni tocaban muy allá pero ¿Y lo que mola decir que vas al concierto del grupo de tu chico? Hombre por Dios, eso vale todo el oro del mundo. Y es que dicen que si el dinero mueve el mundo, que si son las bajas pasiones. Bueno, pues tirarse el rollo, también le da unos cuántos acelerones, no te creas.

Resulta que una amiga estaba tonteando con uno del grupo, cosa que tardó en contar al resto de la humanidad, unos 15 segundos, y es que una cosa así hay que compartirla. Un día me dijo que me iba a presentar al grupo ¡No, mucho mejor! ¡Que íbamos a ir a un ensayo!

Madre mía, qué nervios, si me dicen que iba a ver a alguien que tuviera talento, no me hubiera hecho más ilusión.

El local de ensayo era digno de verse, una mezcla perfecta entre
a) Trastero
b) Covacha
c) Almacén abandonado donde siempre encuentran un cadáver en CSI
d) Todas las anteriores

El grupo sonaba fatal, ellos decían que por culpa de la acústica, no sé, a mí me parecía que eran malos con culpa, dolo y mala leche, pero como la que no entendía era yo, me callaba.

Bueno, pues que fuimos mi amiga y yo, y me los presenta, y yo intentando parecer que estaba en la pomada, aprovechando que la expresión dejó de estar de moda de forma permanente como al mes siguiente.

Vamos, haciendo el tonto que daba gusto. En seguida me fijé en el batería, que tenía el aire ese que tienen todos los baterías de que su reino no es de este mundo, porque no están en el escenario para tontear con el público, como el cantante, es que están tan metidos en su música (o en el caballo, no sé) que tienen que estar como mirando al infinito todo el rato.

Aaaaaay, cómo no me iba a fijar en semejante joya, el sueño de cualquier adolescente con ínfulas, caso que haya algún adolescente que no las tenga.

Increíblemente él salió de su elevado olimpo musical para fijarse en mí, una simple mortal, y ¡Ah, se produjo el milagro del amor!

Ahora imaginad una musiquilla de dabadabadabaaaaaaa, sacada de película de Gracita Morales, y a una parejita de jovenzuelos saltando felices, de la manita, en medio de un campo de margaritas.

Bueno, el campo podéis imaginároslo como os dé la realísima gana, porque jamás fuimos al campo, la verdad es que no íbamos a ninguna parte, excepto a un garito (el MISMO garito, TODOS los días) al que íbamos "los del grupo" después de los ensayos.

Eso y escuchar una y otra vez durante los ensayos, la mismas 4 canciones y media (había una que parece que no les acaba de salir).

Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.

Bueno, la verdad es que más que oír las canciones, oía cómo discutían, que cada canción se interrumpía unas cuántas veces, para decirle al bajo que "no entraba al tiempo" y otras disquisiciones.

Según avanzaba el ensayo, y el cansancio hacía mella en los componentes de aquel desaguisado, es triste reconocer que las directrices musicales iban escorándose peligrosamente hacia el descrédito personal y que ahí escuché por primera vez la frase: "Manolete, si no sabes torear pa'que te metes".

¿Que qué estilo tenían? Poco, estilo tenían poco.

Ah, bueno ¿Que qué estilo musical? Ah, perdón, perdón. Pues diría que eran una mezcla entre dos estilos musicales: Mediocres y directamente malos.

(Continuará)