lunes, 24 de enero de 2011

Y el séptimo día corrió más que nunca

Último día: Todo lo bueno tiene su fin y dicen que lo malo también, pero a mí España Directo se me hace eterno. En serio ¿cuántas horas dura eso? ¿Hay algún caso de alguien que lo haya visto entero?. Visto he dicho, no dormido delante.

Empezamos el día con buen pie, cogiendo fuerzas en un sitio muy mono de nombre italiano, que no consigo recordar, he aquí el ligero desayuno que los Bibs una vez más, estaban a punto de atacar. Yo, un café bebido porque a mí el dulce (poniendo cara de asco) no me dice nada.


En serio lo digo, ahora mismo me estoy mordiendo los labios para no darle un bocado a la pantalla

Pero venga, como no me va a gustar, pero si le miras fijamente te habla y todo, a mí por lo menos, me está llamando por mi nombre. Y me dice “Cómeme”, que entiendo perfectamente a Alicia. Sí hombre, Alicia en el País de las Pastelerías.

Huyamos ya del vicio y refugiémonos en el mundo del ciencia y el saber: El Museo de Historia Natural.

Intentando resumir, diremos que es un macro museo en el que hay un inmenso planetario, enormes salas dedicadas a la vegetación y minerales de varias partes del mundo, salas con dioramas, esqueletos de dinosaurios, animales disecados de los cinco continentes...

Y a nosotras nos quedaban unas pocas horas en Nueva York, en las que además teníamos que comer, comprar algún regalo de última hora y volver al hotel, con tiempo suficiente para que nos recogieran para llevarnos al aeropuerto, a las cuatro y media de la tarde.

En fin, que hubo que tomar importantes decisiones sobre qué salas ver a todo trapo, qué regalos comprar a todo trapo y en qué sitio comer a todo trapo.

Lo de comerse un trapo fue lo más asqueroso, sin duda, pero bueno, después de la taza esa con pelos, todo me parecía bien.

En el museo escogimos ver el mundo submarino, con una reproducción inmensa de una ballena azul (“Inmensa”. A ver, Mari Pili ¿cómo va a ser una reproducción de una ballena azul?), la sala de los dinosaurios (reproducciones de los esqueletos chachi-piruli que tienen guardaditos a buen recaudo), un par de dioramas vistos a todo correr (por favor, qué cosa más mona) y un par de salas de animales.


Los Bibs exponiéndose terriblemente en nombre de la ciencia. La tipa esa parece tan tranquila porque era una inconsciente de esas que pueblan los museos del mundo.


Y aquí viene lo difícil, y es que estos animales no son reproducciones, sino animalitos reales disecados. Aaaays, qué poco me gusta lo disecado, de verdad, nunca me cansaré de decirlo. Y es lógico, porque raramente el que se repite mucho se cansa, los que le tienen que aguantar. ¡Ah, eso ya es otra cosa!

Pues sí, ahí estaban por ejemplo unas gacelas, todas bastante fenecidas, o unos elefantes “de cuerpo presente”. ¿Y cómo han llegado ahí? Pues resulta que ellos estaban donde estuvieran, no sé, la sabana, o el zoo de la peli Madagascar, o dónde fuera, y eran todos muy ancianitos, pero mucho-mucho-mucho y cuando ya se iban a morir, decidieron hacer testamento y donar sus cuerpos al museo, para que así, niños y mayores pudieran disfrutar de …….¡¡No puedo, no puedo, es horrible!! Están muellltos, pero mueltos-mueltos, que haces ruido y ni se mueven ni nada.

Si hay hasta unos cachorritos de león que se te cae el alma a los pies, hombre por favor, que de verdad que nos hacemos una idea. A ver puesto un peluche y todos tan contentos, sobre todo los cachorros, no es por nada

Me estoy imaginando los leones disecados y al lado unos peluches de Simba y no sé si no me parece aún más desasosegante, tipo las muñecas esas grimosas de caras de porcelana.

Ay, esas muñequita ¿ya hemos hablado de ellas? Que están ahí en sus casitas, sentadas a punto de tomarse un té que nunca se tomarán (escalofrío), esas sí que están difuntas ¿verdad?.

Ahora que lo pienso, difuntas, pero propietarias de casas de por lo menos dos pisos. Cielos, envidio a unas muñecas y encima de las chungas.

Y en esto estábamos cuando vimos que eran como la una y veinte. Ante nosotras se abrían dos grandes posibilidades: Ir al planetario, donde teníamos hora para ver un pase a la una y media y estar ahí hasta las dos o así, cuando pensábamos ir a comer. O bien ver alguna otra sala y hacer alguna compra de souvenirs de ultimísima hora.

¿Cómo emplearías vosotros esa última media hora de vuestra vista neoyorquina? ¿Cómo creéis que lo hice yo?

Nosotras al final, nos metimos en el pase del planetario, convencidas de que sería espectacular.

Y sí que lo era, como todo ahí, asientos comodísimos, imágenes apabullantes, sonido excelente. Y una voz grave y rota de mujer que en un momento dado se presentó.

- Hello I’m Whoopy Goldberg.

¡Anda la osa (mayor)! ¿Y qué tal, Whoopy? No se sabe mucho de ti últimamente bueno, por lo menos no te llaman para lo de los Oscars, que tiene una pinta de ser un palizón de mucho cuidado.

Aquí estás mucho mejor, más descansadita, mujer, que ya tenemos una edad. Pero por favor, no vayas a ver la sala de la familia del Rey León … bueno, no te quiero dar un disgusto.

Vaya, qué voz tienes Whoopy, tía, tan profunda que parece que te mece, y qué butacas más cómodas y qué sala más oscura y que zzzzzzzzz.

Sí, amigos, no sé que habréis contestado pero sí, utilicé mi última media hora en Nueva York para quedarme dormida.

Oh, campos de asteroides, oh, mustios agujeros negros.

Al final, compramos los últimos regalitos corriendo, sin conciencia alguna de lo que estábamos haciendo, iba a decir “como en un sueño”, pero mejor no hacer más sangre.

Para mejorar un poco mi imagen, diré que nuestra última comida fue sana y ligera (que sí, que esta vez es verdad) en un magnífico restaurante vegetariano: Pacefood Café. Como muestra este rico sushi vegetariano acompañado de jicama, otra cosa que necesito volver a comer.



Bueno venga, que os había engañado, lo último-último, no iba a ser tan ligerito no. Algún caprichito se tenían que dar los pobres Bibs y es que no sabían que les esperaba lo peor…


La tarta de zanahoria que se sale del plato, la mejor amiga de un Bib.

lunes, 17 de enero de 2011

Viva el Moma y la'mujere


Dejemos por un momento el 2.011 y volvamos al primer lunes de octubre del lejano año 2.049. Ese fue el día que...

Ese fue el día que fuimos al Museum of Modern Art, Moma para los amigos, los amantes de los acrónimos o el grupo del que soy miembro de pleno derecho: Los vagos.

Era lunes y pensamos que no habría demasiado público. Pues no quiero saber cómo estará eso cualquier otro día de la semana, pero aquel lunes costaba dar un paso sin darse de narices con alguien: Van Gogh, Monet, Picasso, Pollock y un montón de gente que no sé si pintaría mucho pero que hacía fotos a base de bien.

Ese fue el día en el que nos encontramos con el segundo (y último) famoso que vimos en nuestro viaje, al que se contempla perfectamente en esta foto:



Sé que es obvio, pero es el famoso Alex Angulo, actor español y gran aficionado al arte moderno en sus ratos libres. ¡Qué tío y pensaba que no le íbamos a reconocer por meterse en un cuadro!

Claro que no le culpo por usar esas estratagemas que estará harto de personas humanas (o lo que sea) que se ponen a contarle que son satánicos de Carabanchel. Aunque cosas peores ha tenido que soportar en su carrera. ¡Por favor, que ese hombre ha actuado con José Coronado!. Y digo bien, que él actuaba, el otro, hacía como que actuaba.

En el Moma te encuentras las típicas cosas que se ven en muchos museos del mundo: Cuadros, esculturas, japoneses, fotografías y una vajilla hecha de pelo. Sí ¿qué pasa? He aquí la típica taza y la típica cuchara de pelo. Tanto buscar cubierto y ¡aquí estaban! Así que si alguna vez os encontráis un pelo en la sopa, lo mismo es que la cuchara la han comprado en una peletería.



Ese fue el día en que fuimos a un restaurante tailandés (Thai Grill and Sushi Bar) que recomendaba la guía, diciendo que estaba casi en la puerta del museo, era económico y muy apañado. Lo ratifico.




Aquí está lo que comieron los BIBs. Lo que no se ve es el resto de turistas, unos españoles y otros no, pero todos con la misma guía en la mano.

Ese fue el día que en un ascensor nos preguntó algo un señor, al que contestamos con nuestro depuradísimo inglés, momento en el que se dio cuenta de que no vivíamos allí, pero muy simpático nos dijo que hablábamos muy bien el idioma (el de Cervantes, será) y tan bien nos contó que:

Nota: Ahora imaginad la típica traducción simultánea, cuando se sigue oyendo la voz original de fondo, como cinco minutos después de que se haya callado el intérprete español.

- Cuando llegué al país, durante dos años solo sabía contestar sí o no, así que si alguien me preguntaba algo más, me iba de ahí.

Por eso le parecía que nosotras hablábamos muy bien el inglés porque decíamos algo más que sí o no (realmente solo bajo ese prisma se puede pensar semejante cosa) y para darnos más ánimos, nos dijo que pensáramos que de ahí no es nadie, ni siquiera Colón.

Y sería del único que sitio que no era Colón, porque anda que no nació en sitios el hombre, ni nada.

¿Qué más? Que esa noche fue la que cenamos en el restaurante italiano Ballducci e Vino.

¿Que por qué lo elegimos para nuestra última cena en Manhattan entre las docenas de recomendaciones que llevábamos y que nos quedaban por conocer? Vale, lo reconozco, porque queríamos cenar con vino y en vista de la de sitios que no lo sirven en NY pensamos que con ese nombre, era una apuesta segura.

El sitio era francamente bonito, la comida muy buena, aunque las raciones me parecieron ¿Cómo decirlo? Ah, sí "europeas".

En lo del "e Vino" no nos habían engañado y había carta de vinos, había también sommelier e incluso ayudante del sommelier.

Yo no sé qué haréis vosotros cuando os dan una carta de vinos, además de ofrecérsela compulsivamente a vuestros acompañantes para desentenderos del asunto. En mi caso, si esto no me funciona, yo siempre me desmayo viendo los precios y cuando me recupero, si después de ese numerito todavía tengo la carta encima de mi plato, al final pido uno, poniendo cara de que soy una entendida en el tema, lo que ratifico con mi aire resuelto y dando un codazo a algún comensal (si hace falta, de otra mesa) mientras digo lo más alto posible:

- Este es bueno, con este no se toma Casera.

Probadlo, siempre da buen resultado. Y si eso no os basta, siempre podéis añadir (muy-muy serios, riéndose no vale) que queréis probar algo nuevo porque:

- Yo, con el vino, soy un aventurero.

Lo juro, esto del Indiana Jones enológico lo oí en un restaurante de Salamanca hará 2 años y todavía no ha decrecido mi admiración por el ínclito, porque decir alguna tontería después de pimplarte una botella, lo hacemos todo, pero antes de que te la traigan a la mesa, eso tiene su mérito.

Y llegado este momento, creo que he de confesar algo pero no sé cómo, porque es algo que no hay manera buena de decirlo: A mí me gusta el vino. ¿Véis? No suena a "Soy una aficionada a la enología" sino a "A mí, me gusta el piribipipiii, de la bota empinao-parabapapao".

Aunque no sé qué es peor, que piensen que hiciste la letra de "Viva er vino y la'mujereees" o un pedante "Aventurero con el vino". Así que yo no lo digo y ya está. Sobre todo porque no entiendo una palabra del tema, y cuando no he podido zafarme de la carta de vinos, he sufrido mucho con la responsabilidad.

Así que ahora que lo pienso, si me gusta pero no entiendo ¿no soy entonces la del piribipipí y no lo sabía? ¡Qué feliz vivía en mi ignorancia! Ahora no me queda otro remedio que beber para olvidar. La culpa es vuestra, de la sociedad, de Álex Angulo o de Yoko Ono. No sé, todavía me lo estoy pensando pero mía, no, seguro.

Aunque bien pensado sí que he aprendido algo en este campo: El vino en los restaurantes suele llevar un recargo del 300%.

¿Qué, cómo os habéis quedado? Bueno, vale, lo confieso, no es del todo verdad: Ese suele ser el recargo normal, pero a veces es más. Así que el precio de carta de una botella divididlo entre tres. Y si son de esos que en vez de vinos, tienen "referencias", entre cuatro o cinco.

Resumiendo (por fin): De la carta de vinos pedimos uno sudafricano, que cumplía con nuestras exigencias: No era muy caro, y era tan exótico como el Arca Perdida, o el Templo, el Santo Grial o lo que se le perdiera a ese señor que Harrison Ford (el de verdad, no el del vino) siempre fue muy perdulario.

El sommelier y el famoso ayudante lo trajeron a la mesa, y comenzó el hombre con la habitual retahíla que suele acompañar a la apertura de una botella.Vale, lo mismo nos estaba contando el final de Perdidos porque francamente, yo no le entendí ni tres palabras, pero le sonreía mucho (que es lo que hace uno cuando no se entera de nada) hasta que vimos alucinadas que la botella que abrían, bueno, que no necesitaban sacacorchos ni nada, porque tenía un tapón de rosca. La cara que se nos quedó hizo que hasta el hombre se parara mientras nosotras decíamos:

- Oye, que no tiene corcho.
- ¡Se abre con un tapón de rosca! Hemos venido hasta aquí para pedirnos un vino de tapón de rosca.

Que conste que el vino estaba bien, en todo caso hubiera merecido la pena pagarlo, por la escena del tipo diciendo aquello de los taninos (que lo diría, seguro) mientras abría el tapón de rosca con mucha ceremonia.

Y es que no era un vino malo, sino que con el tapón, era un aventurero.


Aquí, los Bibs se atacando ñoquis con pijaditas, el vino de tapón de rosca y unos raviolis negros, al fondo.

lunes, 10 de enero de 2011

Se solicitan colaboraciones


Empieza el nuevo año (no soy yo nadie dando primicias) y es momento de renovarse: Dejar que el Papá Noel rampante vuelva al Polo y viva su amor sin tapujos con Rudolf, o encauce su vida y deje de allanar moradas (o se despeñe definitivamente), tirar el christma del banco y poner nuevas cosas en nuestras vidas. Pero ¿cómo?

Yo os propongo, o mejor dicho, os lo propone Mila y Teté que además de ir a las rebajas o apuntaros a un gimnasio bilingüe para aprender inglés (al tiempo, los habrá) incorporéis otras cosas nuevas como por ejemplo ¡palabras nuevas!.

Sí, sí, palabras nuevas, fresquitas, de buen rollo y dispuestas a ser estrenadas.

Y no solo eso, también ampliadas, porque podéis colaborar y enviar a la dirección que veréis a un ladito todas las que se os ocurran si son más bonitas que empezar las vacaciones y aptas para todos los públicos, que hay niños leyéndonos con esos ojos tan grandes que tienen, y esas vocecitas tan agudas que después preguntan a sus papás: "¿Qué es...?" (y lo más embarazoso que se os ocurra)

Aquí van algunos ejemplos

ALMITIS: f. Inflamación pasajera del alma que se sufre cuando el vivir se vuelve obligatorio. Se cura con un beso. / Cuando me dio la almitis estaba amaneciendo.

HEDITOR: m. Coordinador de publicaciones trasnochado e impermeable a las nuevas tendencias. / Este heditor apesta a antiguo.

LAVIRGENDELPOMPILLO: loq. Exclamación muda que dice para sí el que, al levantarse a oscuras de la cama, se fractura el meñique con la pata de la misma. / “¡Lavirgendelpompillo!”, - exclamé para mis adentros así me levantaba.

Bueno, y si queréis de paso, podéis animaros a encontrar las que una servidora ha incluido en tan magno proyecto. Son poquitas, advierto, pero me corresponde el honor de abrir el diccionario con la palabra. Hasta que llegue uno de vosotros, y me robe vilmente ¿quién se atreve?

Así, que como lectores, escritores o robots capaces de abrir direcciones, no dudéis en pinchar en Nuestro Diccionario.

¡Dominemos el mundo... de las palabras! (anda, que creías que no lo iba a soltar)



Nota posterior: Muchísimas gracias a todos por las colaboraciones, gentilmente la administradora se encargará de leerlas y pasarlas al diccionario.

Si lo preferís, las podéis mandar a contact@artimagos.com, aunque la verdad, me gusta leerlas aquí y pasar mucha envidia.

Ah, mis palabras (vale, era muy difícil) son las que están en verde, como la primera que sale en el listado (de momento) "Aficción"

sábado, 1 de enero de 2011

You are the Top

Después de salir de misa buscamos en la guía restaurantes en Harlem que sirvieran la comida típica sureña, la exótica comida cajun. Y después de varios intentos fallidos, entramos en Amy's Ruths, donde lo primero que nos sirvieron fue un pan de maíz dulce, por favor ¿Alguien sabe dónde se vende ese pan en España? Por favor, es una necesidad médica, en serio. Ah, que no se ve en la foto, porque me lo había comido.

Sobre la comida sureña os puedo decir dos palabras: Frito y rebozado. No, perdón, tres palabras: Frito, rebozado y abundante.

Salimos de ahí moviéndonos con dificultad, rumbo a nuestro último gran destino del día: El Edificio Rockefeller. Este edificio es muy famoso por muchas cosas, entre otras, porque en todas las películas navideñas que suceden en Nueva York, se ve su inmenso árbol de Navidad, su pista de patinaje y a Liz Lemmon entrando a trabajar.

Los BIBs siempre lo recordaremos porque desde su azotea, disfrutamos de las vistas más alucinantes de Manhattan, y porque creo que fue el único momento en que me pareció que era verdad (pero verdad de la buena) que estaba en esa ciudad.

Habíamos calculado el tiempo más o menos, para ver el atardecer pero con margen suficiente y (esto fue más casualidad que otra cosa) para no encontrar colas ni tener problemas para subir los 67 pisos, que se dice pronto.

Claro que esto no nos llevó mucho tiempo, porque era el ascensor más rápido que he visto en mi vida. Cuando subes se empieza a oír una música (no, no la típica música de ascensor) que acompaña a unas imágenes que proyectan en el techo, supongo que para que no digas "¿Cuánto falta?", ni pidas pipí ni nada mientras subes los 6 docenas de pisitos del ala. Aunque no haría ni falta, porque de verdad que tardo bastante más cuando subo los 5 pisos de mi oficina.

Alrededor del piso 67, que es el más ancho de los que incluye la visita, hay unas mamparas de metacrilato, que los turistas intentamos evitar a toda costa para que aparezcan los reflejos de los flashes, sacando la manita con la cámara de marras por los pocos huecos que quedan entre ellas.

Creo que el año pasado, el ayuntamiento de Nueva York contabilizó 17 muertes de viandantes por impacto de cámara digital y 4 por videocámaras. Ahora, cuando veáis en una peli que patinan delante del edificio, estad atentos a si se cae algún patinador y después no se puede levantar. Ahora ya sabéis por qué es.

Aún se puede acceder a otros dos pisos, más estrechos y sin mamparas, simplemente protegidos por barandillas normales y corrientes de piedra.

Central Park, el río Hudson. ¿He dicho ya que las vistas eran alucinantes?

En uno de esos pisos superiores es donde pudimos ver a una familia, los papás con una hija adolescente y un chaval de unos 12 años, que se entretenía subiéndose a caballito en las citadas barandillas, a la despreciable distancia de 70 pisos del duro suelo, mientras sus padres le miraban sin hacer ni decir nada.

No, perdón, perdón, quiero pedir disculpas, que el padre sí que estaba haciendo algo: Una foto, en concreto.

En honor a la verdad, hay que decir que si se hubiera caído, al ser la azotea más estrecha, solo hubiera caído un piso o dos. Se calcula que el año pasado se registraron 15 muertes de turistas que estaban en el piso 68 por impacto de inconsciente niño turista cuyos padres están sacando eso sí, unas fotos estupendas.

Después las enseñarán en su casa: "Mira, aquí fue donde Diego dejó paralítico a ese japonés ¿A que no se ve el flash?"

Digo Diego (además de por ser un nombre que está de moda hace unos cuántos años, después de un paréntesis de 3 siglos en los que había abandonado el Top 10) y no digo dije, ni dije digo (Dios, qué lío me estoy haciendo), ni John porque el edificio estaba tomado por argentinos, y españoles.

De verdad que en el resto de la ciudad no vimos tantos compatriotas como esa tarde, aunque no faltaba gente de cualquier otra parte del mundo, y cámaras, muchas cámaras.

Y es que como oí a una chica, en un purísimo castellano/vallisoletano, la gente se obsesiona tanto con hacer fotos o videos que no observa realmente las vistas. Nosotras, no ¿Eh? Que hicimos unas cuantas fotos y después disfrutamos tranquilamente de la visita.

Como lo oís: Guardamos la cámara, sí, sí. Y si no se nos hubiera quedado sin batería, hubiéramos hecho lo mismo.

Y así llegó el atardecer en Nueva York... y nosotras, sin cámara. Pero da igual ¡Aaaaah, el atardecer en el Top of The Rock! ¡Qué maravilla! Suspiro-suspiro-suspiro.

Bueno, antes de hiper ventilarme os contaré que tiene dos atracciones principales, la vista del Central Park por un lado, y por otro, la vista bastante parcial del Edificio Chrysler, que de ese, ni sacrificando a tu primogénito en el intento, sacas una buena foto, lo sé porque yo maté por lo menos a tres o cuatro niños que andaban por ahí despistados.

Y otra totalmente privilegiada del Empire State, que es fotografiado hasta la saciedad por todos los que están ahí.

Por cierto que esa azotea también se puede visitar. ¿Y qué hace ahí la gente? Pues está clarísimo, hombre: fotografiar el Rockefeller Center. El ser humano es así, o mejor dicho, asín.

En algunas partes hay bancos para poder descansar un poco, que a lo tonto pasamos ahí muchísimo tiempo, tanto que cuando llegué recuerdo que tenía una heridita en un pie y pensaba en pedir una tirita a alguien, cuando nos fuimos, pensé en pedir que me amputaran el pie, por favor.

Claro que era difícil encontrar uno vacío, por fin vimos como un grupo de varios matrimonios mayorcitos, con pinta de americanos, se levantaron de uno, quedándose uno de los maridos en el banco. Nos sentamos a su lado, y cuando el hombre nos miró se le escapó una sonrisita. Nos volvió a mirar y nos preguntó si hablábamos inglés.

- Psssssssssssssssiiiiiiiii.

- Bueno, yo según el tiempo verbal que se utilice.

Entonces nos contó muy sonriente que su mujer era la señora de azul que estaba justo delante y que si le veía sentado con dos chicas que se iba a creer que había ligado. Bueno, esto último lo dedujimos más que otra cosa, pero no debíamos ir desencaminadas porque llamó a su señora esposa y nos señaló riéndonos, mientras le decía, supongo que viera cómo se le pegaban las mujeres.

La señora esposa se rió también y nos sacó un par de fotos a los tres, él riéndose y nosotras poniendo posturitas a su lado en plan chicas sexys. Vale, en plan mujeres que hacen en chorra en fotos de desconocidos.

Vale, en plan señoras españolas con el bolso cruzado, porque una española no se descruza el bolso en un lugar turístico (aunque sea la Puerta del Sol), por si viene su madre (aunque sea del más allá) a decirle "Hija ¡Cuidado con el bolso!".

Nos dieron las gracias muy sonrientes y ahora Jack y Betsy pueden enseñar en sus cenas de matrimonios, allá en su urbanización de Millwakee-Wisconsin-USA, como Jack ligó con dos jóvenes (y bellísimas) extranjeras cuando estuvieron en Nueva York. Yo como comprenderéis, por alguien que todavía me considera joven, estoy dispuesta a hacer cualquier imbecilidad.

Lo hice por lo de joven y que la verdad, cuando uno se va de viaje, hace cosas muy raras.

Solo eso explica las pelotas de playa Nivea, los pedalós, la conga, las fotos al lado de un camello, el paseo (comodísimo, sin duda) en el citado camello, las camisetas que ponen "Un amigo mío estuvo en No sé dónde y solo me trajo esta camiseta, que por lo menos servirá para hacer trapos", los delantales de faralaes, y otra serie de estados alterados de la conciencia que crean comportamientos anómalos constituyentes del auténtico "Síndrome de la Clase Turista".

Después de la puesta de sol, llegó la noche y la ciudad iluminada que os vais a tener que imaginar, y por último, y para rematar el plan, los fuegos artificiales. Que sí, que sí, no os los puedo enseñar además de por lo de la cámara, porque yo tampoco los vi, porque ya estábamos a punto de entrar en el ascensor, y a esas alturas, a punto de perder el pie definitivamente ya podía aparecer King Kong en el edificio de enfrente bailando el Cha-cha-chá, que yo no me movía.

Pero lo sé porque la chica que controlaba los ascensores, nos lo contó muy contenta, y nos dijo (en inglés que me apresto a traducir)

- ¡Es que es mi cumpleaños y son mis amigos que me los regalan!

Y así, con la alegría de esa chica (que de ilusión también se vive) nos fuimos encantadas, y para que se os quede el mismo sabor de boca os dejo esta foto en la que no falta nada: El Empire State, los Bibs y el flash de mi cámara. Os dejo esta foto y sobre todo mis mejores deseos para todos vosotros para el 2011 y en todo lo que queda de milenio.

Y que todos los BIBS del mundo sigamos pasándolo muy bien, estemos dónde estemos, haciéndonos fotos sujetando la Torre de Pisa, conociendo a Jacks y Betsys o en dónde sea, pero sobre todo que el año que viene no me falte ninguno.


¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!