martes, 28 de diciembre de 2010

Harlem y el pájaro anorak (y II)

En la guía turística decía que la ceremonia duraba una hora aproximadamente, pero cuando acabó aquella primera intervención del reverendo, ya debíamos llevar ahí como unos 50 minutos. Y según el programa, aún quedaban muchas más cosas: Que si pasaban dos veces el cepillo, que si la lectura de las escrituras, el sermón, las canciones (que para mi decepción no pasaron de cuatro), la comunión, una señora que habló ya no me preguntéis a cuento de qué.

En total: dos horas y media de misa que exceptuando unos 20 minutos de los (realmente buenos) coros, se me hicieron más que largas. Claro que el que hablaran en un idioma del que solo entiendo un tiempo verbal, es posible que ayudara.

El sermón fue especialmente extenso y yo me acordaba con cariño del cura que me dio a mí la comunión, que entre el primer “Queridos fieles” con que empezaba la misa del domingo y el "daos fraternalmente la paz", había 45 minutos cronometrados.

¡Ah, Don Sebastián! ¡Quién podría olvidarse de él!. Bueno, se ve que yo, porque no recuerdo para nada cómo se llamaba y le he puesto el primer nombre que me sonaba a cura que se me ha ocurrido.

Así que volviendo a aquel domingo, para entretenerme, hice lo que todos los feligreses poco entregados (y no te digo yo los que no entienden el idioma) han hecho desde el principio de los tiempos: Cotillear al personal.

Y si hay un sitio donde se puede uno fijar en cómo va vestido el personal, es en una misa gospel.

En algunas películas, los protagonistas van a la ópera, y no saben qué ponerse porque todo el mundo va de tiros largos, pues creedme, yo he ido a la ópera, y eso es mentira cochina, donde la gente va arreglada-arreglada es en misa en Harlem, un domingo por la mañana.

Todo el barrio en domingo está plagado de gente vestida de gala, y venga sombreros y pamelas, brillos y tocados, que te preguntas todo el rato qué torero se casará, perdón, se enlazará.

Tal y como había visto en algunas películas, toda la ceremonia es muy participativa, y es normal que la gente espontáneamente exclame el famoso ei-men o levante las manos o se sonría cuando el pastor hace algún chistecillo, mientras asiente y pone cara de "Es gracioso porque es verdad".

Lo que nunca había visto es que la gente tomara apuntes, pero juro que dentro del programa había una hojita suelta que se títulaba "Sermon Notes" y después tenía una serie de líneas, como:

Date: _________________________

Preacher:______________________

Notes:_____________________________________________________________

__________________________________________________________________

__________________________________________________________________

Que sí, que sí, que había una hoja específica para tomar apuntes y la chica que tenía yo al lado, escribía mucho, no sé si serían notas del sermón o que no acertaba a escribir bien el título completo del "pricher" y no hacía más que corregirlo mientras pensaba "¿Era reverendo junior o doctor senior?", pero la chica escribía que daba gusto.

Vamos que participan, pero tampoco están todo el tiempo como en éxtasis, y solo en algunos momentos cumbre, se animaba todo el mundo. Y es que en un ceremonia que dura dos horas y media de reloj si no eres palmero en un tablao flamenco, es imposible que estés todo el rato entregado.

Claro, que ya se sabe que hay gente "que lleva la fiesta allá donde va", o que viene animado de casa, o que tiene que dar el numerito allá donde vaya, llámalo cómo quieras.

En nuestro mismo banco teníamos dos buenos ejemplos: Uno era un chico de unos treinta y tantos, con rastas, chaleco de pana y aire modernillo, que se había traído su propia Biblia de casa y se pasó todo el rato con ella abierta.

Que yo no sé qué leería, porque se le veía muy entregado a su lectura tanto cuando se leyeron las escrituras como cuando se contaba que Fulano estaba en el hospital o que unos se estaban preparando para hacer la comunión.

También tuvo momentos en que, sin que nadie más lo hiciera, se levantó y se puso con los brazos extendidos y con la cabeza echada para atrás, con cara de concentración. No vi a nadie que hiciera nada similar, pero si creía que a ser la estrella del día, estaba muy equivocado, porque como a mitad de ceremonia, entró un participante mucho más molesto y que no suele faltar en ninguna parte: La señora que llega tarde.

Para empezar, como llegó tan tarde y con dos niños pequeños, no sé cómo consiguió que se levantaran dos señores para hacerles sitio. Quizá todo estaba preparado pero se sentó al lado del chico de las rastas, su gran rival en el mundo del espectáculo.

Nada más llegar, y así en frío, sin calentar ni nada, que tiene su mérito, se puso en el pasillo a dar patadas en el suelo mientras gritaba amén y oh, yeah, y no sé cuántas cosas más, mientras el resto de la parroquia estaba bastante tranquilita.

Pero aquello no era más que un ensayo, porque en su carrera triunfal, como tantas veces les escurre a las estrellas, se interpuso su familia, en concreto el niño pequeño, que no tendría más de cinco años y que empezó a llorar como un berraco, sin duda como queja a cómo le habían vestido. Y es que la pobre criatura llevaba una camisa y una corbatitas hechas de la misma tela roja como brillantosa.

Se ve que el muchacho tenía mejor gusto que su madre (que es fácil) o que no conseguía diferenciarse la cortaba de la camisa (yo no podía, de verdad que me tuvo que explicar mi hermana que llevaba una corbata), y no pudiendo soportarlo más, se echó llorar a lágrima viva.

O a lo mejor le había pagado algún feligrés para que saliera su mamá de ahí un ratito, yo incluso tendo mis sospechas de que pudo ser el propio doctor reverendo junior senior, que no se oía ni a sí mismo, con la buena señora dando voces.

La mujer se lo llevó de ahí, sospecho que por indicación de uno de los manipuladores de alimentos, eso sí, en su huída a Egipto dejó ahí solita a la niña, que no sé si habría cumplido ni los ocho años. Que sí, que de verdad que a Egipto por lo menos se fue la mujer, o eso, o estaba buscando una tienda abierta para comprarle una corbata menos horrible al niño, porque tardó unos cuarenta y cinco minutos en volver.

¿Que qué hace una cría pequeña, sola en misa, sin nada con qué distraerse, como un hermano pequeño al que darle puntapiés, al otro lado del Atlántico? Pues lo mismo que a este, aburrirse.

La pobre buscó ayuda en la persona que tenía más cerca: Nuestro amigo de las rastas, y le miraba con esa carita de pena con que te miran los niños cuando buscan que alguien les haga caso.

Pero nada, no hubo manera, el tipo no la hizo ni el más mínimo caso. No porque pasara de ella, qué va. ¡Pobrecito! Si el chico la hubiera ayudado, pero es que claro, miraba tanto y tanto al cielo, literalmente, que no podía ver lo que pasaba en el suelo, donde se había colocado la niña sin darse cuenta de que ahí no la iba a ver.

Y mientras el reverendo predicaba que había que abrirle el corazón a Jesús, él estaba más de acuerdo que nadie levantando los brazos y moviendo la cabeza. Y allí sigue en su casa, esperando que llame para abrirle la puerta, que total, es difícil que aparezca, y más para pedirle que se quede con los niños esa tarde.

Así que él se quedó haciendo su numerito místico-gimnástico y la pobre cría tuvo que sacar su arma secreta contra el aburrimiento: Una pluma.

No, no digo una pluma estilográfica con la que hiciera dibujitos en los papeles que nos habían dado o algo así, sino una pluma de pájaro. Supongo del pájaro almohada o del pájaro anorak, que de alguna manera llegó a su mano y con la que estuvo jugando durante tiempo y tiempo. Que nadie le ha sacado tanto partido a una pluma desde Lope de Vega.

Pero dejemos a nuestra Fénix de los Ingenios y volvamos con el resto de la parroquia, y del servicio. Como todos los que han estado en el gallinero en su vida (¡el gallinero! ¡de ahí debió sacar la pluma!) me dediqué un buen rato a fijarme en el patio de butacas, donde entre un mar de sombreros, descubrí algo me llamó la atención.

Al principio pensé "Qué rarito ese tocado que lleva esa señora que va de blanco inmaculado, parece una cofia y todo", y es que ¡Era una cofia!. Una cofia de enfermera de película, porque la señora era una enfermera de película, vestida con su uniforme blanco y su cofia que ya solo se ve en las películas para adultos. Aunque la mujer daba más bien el perfil de enfermera grandota con la que no se enfrenta nadie, y que no necesita decir alguna chorrada como "¿Hoy nos vamos a tomar la medicación?", que ya te tomas la medicación tú solito nada más verla, no vaya a ser que te secuestre si te rompes una pierna en un accidente en medio de un paraje nevado.

Acabó el sermón y otras partes de la ceremonia y llegaron los señores de traje aquellos tan serios, que a larga se vio que sí les iban a ser útiles los guantes, porque llevaban unas enormes bandejas, que entregaban al que se sentaba a un extremo de los bancos y nos íbamos pasando unos a los otros, después de quedarnos, o no, con vasito, similar a donde te dan en el avión, para echarle la leche al café.

Pero esto no era leche, sino el vino de misa. Y es que como hubiera sido un lío increíble tanta gente subiendo y bajando para comulgar, no sé en las demás iglesias, pero ahí han tomado la decisión de que cuando el reverendo da la comunión, los fieles toman el vino a la de tres y se dan por comulgados.

Bueno ¿pero no faltaba algo más importante? Pues sí, y es que para mí sorpresa, después de que todo el mundo levantara el vasito, abrieron una tapita que tenía, sacaron la hostia, la tomaron y después ya abrieron el vino.

Y toda esta práctica a la par que higiénica idea la han sacado de las originales tapas españolas, que todo el mundo sabe que se llaman tapas, porque se servían tapando los chatos de vino. Así es el ingenio español que asombra al mundo.

Vale, es posible que no hayan sacado la idea de ahí, pero no me negaréis que el sistema es exactamente el mismo.

Por fin acabó aquel servicio, y me fui de ahí pensando que aquella era la misa más larga a la que había ido en mi vida, exceptuando quizá aquella Misa del Gallo a la que fui con mis tíos en mi lejana infancia, que duró muchísimo porque cuando leían las escrituras, aparecían niños disfrazados que representaban a María, San José... etc...

Tanta representación de todo lo que iban diciendo hubo, que cuando llegó el momento en que el sacerdote dijo "Cordero de Dios...", mi primo dijo a viva voz:

- ¿Y dónde está el cordero?

lunes, 20 de diciembre de 2010

Harlem: ¡Eh, tío! (I)

El quinto día era domingo y por lo tanto decidimos ir a misa. Yo es que, allá donde me encuentre, voy a misa todos los domingos, sin faltar uno.

Bueno sin faltar uno, sin faltar uno. Quizá haya exagerado, reconozco que es posible que haya faltado algún que otro. ¿Cuántos? Pues no sé, no muchos, los 1.300 últimos aproximadamente, pero es que un día por otro, lo vas dejando, lo vas dejando...

Para que no se convirtiera en el 1.301, en nuestro planning uno de los fijos era ir a una misa a Harlem. Así que esperaba emocionada poder ver esos grandiosos coros, con magníficas voces, cantando súper animados alegres canciones gospel y también conocer el exótico barrio de Harlem.

Nos levantamos prontito para llegar a tiempo a "misa de once", antes de salir me estaba arreglando, mirándome al espejo, y recordando las palabras de la guía que pedía que se acudiera correctamente vestido, me pregunté:

- ¿Voy lo suficientemente elegante para ir a misa?

Me miré fijamente y me respondí:

- Espera ¿He pensado realmente que si voy bien vestida para ir a misa? A ver... pues sí, la del espejo diría que soy yo.

Y es que yo mantengo animadas conversaciones conmigo misma: Me pregunto, me respondo, me llevo la contraria. Y así no me aburro nunca, de hecho hay quien dice que soy la más animada del psiquiátrico.

Volviendo a aquella mañana, terminamos de arreglarnos y así, endomingadas, y nunca mejor dicho, mi hermana, mi doble personalidad y yo nos fuimos de excursión a “misa de once”.

Harlem resultó estar relativamente cerca de nuestro hotel, hacia el Este, cuando habíamos avanzado por Amsterdam Av. cruzando unas cuántas calles, dijimos:

- Mira, una iglesia.

Incluso creo que le sacamos una foto.

Al cabo de un par de calles, una vez más "Mira, una iglesia". No, esta vez no le hicimos foto.

No sé si lo he comentado alguna vez, pero hace años fui al Valle del Jerte a ver la famosa floración de los cerezos en Marzo, fui con un grupo excursionista y al principio no veíamos nada especial, si acaso algún almendro florido, hasta que empezamos a ver los primeros cerezos.

- Mirad, un cerezo. Mirad, otro.

- Oh, qué bonito. (foto-foto)

Al final del día, dijo uno del grupo ¿Os acordáis de la ilusión que nos hizo ver el primer cerezo? Porque a esas horas nos hubiera hecho ilusión NO ver un cerezo.

Pues en Harlem ocurre lo mismo, hay iglesias, iglesias e iglesias, en un número que no sé si habrá en Roma o en Sicilia, pero hay hasta dos y tres en la misma manzana. La mayoría son tal y como son aquí, aunque de otro estilo arquitectónico, pero algunas son un piso o un bajo en un edificio, algunas tienen carteles en inglés y se llaman St. Andrews Church o cosas por el estilo, y otras directamente parecen una fábrica de muebles de la Carretera de Toledo, ejemplo:

Iglesia cutre, pero con la autoestima muy alta.

Ah, llegamos tarde, por supuesto. Pero claro, el pobre autobús, venga a esquivar iglesias, que yo no sé ni cómo pudo llegar.

Cuando llegamos, cantaba un coro, oh, qué maravilla, qué voces. Unos señores muy serios que debían ser manipuladores de alimentos porque llevaban guantes, no nos dejaron pasar, porque solo dejaban entrar digamos en “los intermedios”.

Mientras esperábamos, me dediqué a leerme un folleto que había cogido a la entrada, que estaba disponible en varios idiomas y que explicaba cómo comportarse y cuál iba a ser el programa del día. El nuestro por supuesto estaba en español y tenía frases como:

- Estamos pidiendo a todos los visitantes a no tomar fotografías.

- Estamos pidiendo a todos los visitantes que se preparen para el culto.

Y así un listado de varios "estamos pidiendo" seguidos de las peores traducciones de todos los tiempos, que de verdad de la buena que estuve tentada de devolvérselo corregido y devolverlo en el cepillo, mientras declamaba en mi interior con mucho dramatismo:

¡Mi viejo enemigo, mi Némesis! ¡Aaaaah present continuos, nos volvemos a encontrar! ¿Qué te creías que no te iba a reconocer porque te hubieran traducido tan inadecuada como literalmente? Ja-jaaa (risa de peli de miedo, por favor)

Acabó la canción y nos pudimos sentar, por supuesto en uno de los asientos del piso superior, que es donde nos dejan sentarnos a los turistas, en el “patio de butacas” solo se sientan los feligreses. Bueno, los puntuales, que a los que llegan tarde les toca compartir bancos con los turistas en el gallinero.

Salió a escena el Rev. Dr. Jack R. Jackson, Jr., Senior Pastor

Os va a sorprender, pero he cambiado el nombre y el apellido, pero los “Rev. Dr. Jr.” y en general todo lo que no supera las 3 letras, son literales, que a ver si os creéis que yo voy a ver a cualquiera, no, no, yo me dije, si yo oigo a un orador, que al mismo tiempo sea senior y junior y doctor y reverendo y pastor y lo haga falta. Que iré poco a misa, pero cuando voy, voy.

Esta retahíla de títulos no solo lo estoy viendo ahora mismito en el folletito de marras, sino que es normal que se ponga en el exterior de las iglesias, junto a una foto sonriente del orador del día. Más o menos que se anunciaban los artistas que actuaban en la cubierta Promenade de aquel barco cuyas aventuras nunca terminé.

El Doctor Reverendo después de darnos la bienvenida a los visitantes y animarnos a besarnos y achucharnos a los unos con los feligreses (sí que hay marcha en estas misas, pensaba yo), empezó a dar lo que, entre el misterioso castellano del programa del día y lo que buenamente iba entendiendo, llegué a la conclusión que era la sección de anuncios de la parroquia.

Quizá algunos recordéis que hace muchos años había un anuncio (de mayonesa, creo) que tenía como música de fondo el famoso gospel "Amen", de manera que en el anuncio solamente se oía, en varias ocasiones:

- Eeeei-man, eeeeei-man, eeeei-man, ei-man, ei-man

Lo que en mi infantil cabecita durante mucho tiempo se traducía por "Eh, hombre" o algo así, y me imaginaba que el gospel en cuestión, exhortaba a la fe a la gente con un amistoso "Eh, tío" o "Venga tíos" (haceos cristianos, que total, qué os cuesta)

Hasta varias décadas más tarde no entendí que era la forma de pronunciar el "Amén" de toda la vida de Dios (y nunca mejor dicho).

Sin embargo, aquel día, para mí tenía más sentido mi versión inicial de los hechos.

Me explico, el orador iba diciendo que si este feligrés estaba enfermo, que si aquel había tenido un hijo, y cada dos por tres (6) preguntaba, que no afirmaba:

- Ei-men?

Y la gente afirmaba muy convencida:

- Ei-men!

Que no me diréis que no suena mejor que el hombre dijera:

- Recemos por nuestros hermanos tal y cual (incluso venía la lista en el programa) que están hospitalizados

Y añadiera:

- ¿Sí, tíos?

- Sí, sí, tío, sí.

A que dijera

- ¿Amén?

- Ah, sí, sí, lo que se dice en misa es amén, que se nos había olvidado.

Continuará

martes, 7 de diciembre de 2010

La plaza del pueblo.

A donde nos mandó el guía con esa autoridad que nos había convenido, era nada más y nada menos que a Times Square. Que para entendernos, viene a ser como la plaza del pueblo de Nueva York.

Si eres un naufrago o un anacoreta que ha vivido en una cueva y quieres ver a todos los seres humanos que no has visto en 15 años, pero todos a mogollón, en una sola tarde, es el sitio idóneo, si no, abstente de ir un sábado por la tarde/noche, aunque te lo ordene un ciclista croata.

Aún así, ese no fue, ni mucho menos, el momento en que me he visto más rodeada de gente, porque en mi vida he tenido dos momentos en los que me he visto atrapada por una aglomeración humana que no me dejaba moverme y ambos fueron en la capital de España (Yurop).

Una vez fue un par de semanas antes de navidad, saliendo del metro Puerta del Sol por la boca de la calle Mayor, esto lo digo como servicio público, para que nadie cometa mis mismos errores. Recuerdo aquel momento en que me tuve que enfrentar a la realidad: estaba en las escaleras de metro, rodeada por tal cantidad de gente que no podíamos avanzar en ningún sentido.

Si ir a la Puerta del Sol en fechas decembrinas quizá no demuestra muchas luces, la siguiente vez me vi arrastrada (y nunca mejor dicho) sin comerlo ni beberlo. Y es que estaba por el centro, un día cualquiera y de repente me vi en medio de un marasmo increíble, que como he dicho, me arrastraba literalmente, porque mis pies perdieron contacto con el suelo en un par de ocasiones. Recuerdo haber pensado con total serenidad que había llegado el final de mi terrenal existencia y que este pensamiento fue seguido de otros dos:

Que lamentaba profundamente haberme metido por esa calle pero que me quedaba un consuelo, y es que aquella misma tarde estrenaba una falda que me acababa de comprar. Porque a mí, eso de morirme teniendo cosas sin estrenar, me fastidiaría muchísimo.

¿Que por qué fue? ¿Una manifestación? ¿Una revuelta popular? ¿Acaso un cochecito de bebé bajaba unas escaleras descontroladamente? Yo qué sé... ¿las rebajas?

No, mucho peor, que le habían puesto 3 lucecitas (dignas de las fiestas de las mejores pedanías de Peralejo de la Sierra) a algunos monumentos de Madrid. Por lo que pude oír en aquellos, que yo pensaba que serían mis últimos momentos, era para celebrar el enlace del Príncipe de Beckelar. No sé si porque el alcalde es un gran admirador de la leche con galletas (porque sin líquido no hay quién se las coma) o porque Madrid y Beckelar están hermanados. Por cierto, ¿Beckelar qué es? ¿Un país, una ciudad, como el Condado de Treviño, quizá?

He dicho “enlace” que es algo así como una palabra reservada, digamos una palabra-artículo de lujo . Como “excéntrico” que solo se aplica a “millonario”: “Millonario-excéntrico”. Porque ¿alguna vez ha oído alguien “persona de clase media excéntrica”? Pues no.

Pues igual, algunos tienen onomáticas, mientras el resto de los mortales tenemos un santo, o bautismos, mientras los demás nos conformamos con un bautizo y se enlazan en vez de casarse. Estas cosas están solo al alcance de la gente con muchos apellidos unidos por guiones y “des” y “de las“, o a la gente a la que les pagamos la boda entre todos, no lo tengo muy claro todavía.

Pero volvamos a Times Square y al futuro ese en el que hice las fotos. Nos habíamos quedado en que era sábado por la tarde y por si hubiera o hubiese poca gente ya de por sí, además hay una taquilla para conseguir entradas se última hora para los musicales de Broadway e incluso hay actores disfrazados como en los musicales, que amenizan las interminables colas que se forman.

No solo eso, se dice que no se viaja a Nueva York sin encontrarte un famoso y ahí es donde vimos el primero de las dos "celebrities" que vimos.

A quién fue? Qué intriga ¿a quién os imagináis? Pues nada más y nada menos que aaaa (redoble de tambores) ¡¡Al Vaquero Desnudo!!

Impactados ¿verdad?

Vale, aprovechemos este momento en que se oye el cri-cri de los grillos, para que lo busquéis en las webs gays. Sí, ese es el famoso que vimos. Un famoso de tercera regional, lo reconozco.

¿Que a qué se dedica ese caballero, además de pasar frío en lugares públicos? A comprarse ropa, sospecho que no. Pues creo que cobra por hacerse fotos "sexys" con mujeres casadas que se han ido de viaje con unas amigas y le mandan la foto corriendo a su marido. Yo por lo menos le vi haciéndose una de ese cariz con una mujer que se tronchaba de la risa. El marido no sé si rió tanto o no.

Como cualquier plaza del pueblo no faltan sus personajillos, como este Nacked Cowboy, o sus recién casados haciéndose fotos ¿que no os lo creéis? Pues aquí está la foto, no, no son extras, justo encima de la fecha, aparecen unos que se acaban de casar de verdad y aprovecharon a hacerse las fotos en medio de una marea humana de turistas y ahí está la chica, con su tul ilusión, recibiendo empujones de los de la cola de las entradas de última hora, los cien mil turistas y los anuncios de series de televisión. El día más feliz de su vida.


Y a las damas de honor no las sacamos porque nos dio más vergüenza que tiempo, pero os juro que había varias chicas vestidas de raso fucsia haciéndose fotos a cuatro metros de distancia.

Así que básicamente, es una zona muy fotogénica: entre los novios, las casadas bromistas y los simples turistas, ahí todo el mundo hace fotos, o cola, si algún día monto una agencia de viajes, creo que voy a diseñar un paquete "cola y fotos" y mientras se hace cola para conseguir una entrada, pasará por ahí el tonto del pueblo ligero de ropa, los novios, unos del elenco de "Mama Mía" y los de la secta, y el Orfeón Donostiarra. Ya veréis qué exitazo

Ah, porque también hay unos de una secta, no sé cómo se llaman ni cuáles serán sus objetivos en la vida, porque pensé que eran de algún musical étnico, pero quizá sea conseguir que la gente no se haga fotos con un tío en calzoncillos y sombrero vaquero. Aunque ellos la verdad es que también van de lo más folklórico, los tíos.

Y presidiéndolo todo: Almodóvar, bueno, o por lo menos “su obra”, en concreto “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, un título muy ad hoc para tan relajante experiencia, la verdad.

Por si ese festival fotográfico no fuera suficiente, en medio de aquel mogollón de repente vimos que todo el mundo miraba al mismo sitio y movía la manita en plan "¿Puedo saludar?"

Nosotras no podíamos ser menos y terminamos por localizar el panel al que todo el mundo miraba, y cuyo extraño influjo les obligaba o bien a saludar (¿a quién?) o a hacer (aún más) fotos.

Resulta que en ese panel salíamos todos los incontestablemente panolis que estábamos en ese momento más o menos enfrente, intentando localizarnos frenéticamente y justo cuando más o menos lo habíamos conseguido, aparecía en la pantalla la imagen de una modelo que nos hacía diversas perrerías virtuales, como lanzarnos pintura encima.

He aquí el ejemplo. Yo estoy haciendo una foto, y mi hermana se mantiene en el economato gracias a un churretón de pintura rosa que la tapa. Ahora nadie podrá decir que no salgo en ninguna foto, es facilísimo localizarme. No me lo negaréis.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

Central Park

Lo que aún nos quedaba por ver, era Central Park cuya visita iniciamos llenas de ilusión. Ilusión, bolsas y cansancio. Vale, y también colesterol.

Alrededor del parque hay cienes y cienes de coches de caballos de esos que contrata el chico con la intención de ligarse a la chica porque pocas cosas son más románticas que verle el culo a dos caballos y a un cochero cincuentón, mientras la gente se ríe de ti por la calle y te hace fotos.

Ignoro lo que cuestan, pero es fácil suponer que no son tan económicos como los múltiples taxis-bicis, tuc tuc o cómo se llamen que nos acosaban cada 2 segundos, y que nosotras rechazábamos sistemáticamente (como a los cientos de hombres que nos acosan a diario en cualquier parte del planeta al que vamos).

Hasta que comprendí que nos ofrecían sus servicios y no su corazón y empecé a pensar serivamente dos cosas:

a) Cuánto pagaría por poder sentarme en ese momento

b) Cuál es el peso máximo que puede llevar una bici de esas

Al final, las respuestas fueron

a) Menos de lo que pensaba.

b) Mucho más de lo que hubiera creído.

De esto último me di cuenta cuando vi en uno a un matrimonio de mediana edad, con maridito aficionado a las barbacoas, y pensé “Si ese bicicletero puede cargar con Chuck y Mary, conmigo también”. Aunque no a los 3 a la vez, a ser posible.

Por cierto, que preguntando a la chica de Guguel cómo se escribe esto, veo un anuncio “Se traspasa Tuc Tuc por enfermedad”.

Así, sin más, aventuro un diagnóstico: lumbago.

En medio de este proceso mental apareció un avispado tuctuquero que nos enseñó un montón de fotos de gente tomando el sol en el parque (somos españolas, para ver gente tomando el sol, no tenemos que irnos muy lejos) y muchas fotos de monumentos que nos iba a enseñar con magníficas explicaciones por un módico precio.

- Where are you from?

"Espein, Espein” dijimos y no me extrañaría que añadiéramos “Yurop”.

Resultó saber dónde estaba Espein porque era croata (creo recordar) y nos juró que nos iba a hacer descuento gracias a nuestra común adscripción al mismo continente y su admiración la la inefable cantante de Armilla (Granada) que le llevó a vivir una celebreison hace unos años, aunque quería que le explicáramos qué significaba la estrofa aquella de “tooodos juntos, la necesidad”.

Vale, lo segundo me lo he inventado, y lo primero era mentira cochina.

Por cierto ¿no existe un grupo en feisbuk que se llame “No he podido quitarme de la cabeza ‘Yurops livin a selebreison, pero me da miedo que se me pegue algo peor’”?

Pues debería.

¿Que no hay nada peor? ¿Seguro? Pues ayer oí esa de Mecano sobre Dalí. Toma ya. La escuché en el vestuario del gimnasio, donde tienen una extraña selección que yo llamaría “Grandes éxitos moñas del pop español”.

Así que nos subimos a aquello, mientras yo me imaginaba lo graciosas que iban a quedar las fotos de la bicleta volcada por mi lado, y yo intentando salir con ayuda de tres policías neoyorquinos. Algo que increíblemente no sucedió, aunque me pareció que las cuestas la marcha se ralentizaba claramente. Los bolsos, que pesaban mucho, sin duda.


Nuestro guía visto desde nuestro asientito. Documento que demuestra que los michelines no se quitan montando en bici.

A mí el guía me encantó, sobre todo porque le entendía perfectamente, de hecho fue a la persona que mejor le entendí del todo viaje. Ah, los croatas ¡Esos sí que saben hablar inglés!

El hombre además ponía un entusiasmo digno de elogio, y añadía gestos a todo lo que iba contando. ¿Que pasábamos por la estatua de Balto? Pues nos contaba las hazañas de tan noble can, haciendo que corría por la nieve.

También nos hizo el avión para contarnos lo de aquel piloto que aterrizó en el Hudson, y de novio enamorado que le pide de rodillas, a la chica que se case con ella en uno de los puentes del Parque, y de chica emocionada que calibra los quilates del diamante.


Chulísimas burbujas que hacían unas chicas al lado de una fuente donde nuestro guía nos obligó a bajarnos y a hacer fotos, quisiéramos o no.

Tan bien nos cayó que terminamos obedeciéndole ciegamente, y nos bajábamos en los sitios que nos decía (dejando las bolsas en el tuc tuc), hacíamos las fotos donde nos mandaba y al dejar el parque nos fuimos exactamente al sitio donde nos mandó el hombre (que no es el que estáis pensando)

Yo qué sé, sería la emoción de entender a alguien, pero nos despedimos de él efusivamente y le deseamos de todo corazón que pronto fuera fichado como asesor de Pacific Blue.

Sí, hombre, Pacific Blue ¿no conocéis esa magna serie "de acción" de los 90? Pues la están reponiendo.

Va de unos policías, todos increíblemente jóvenes, atléticos y con dificultad para encontrar uniformes que no les queden estrechujos, que patrullan por el peligrosísimo paseo marítimo de no sé dónde, lo que justifica cientos de imágenes de bikinis, y digo bikinis porque ya ni siquiera enfocan la cara de las chicas, mientras ellos defienden la ley con la más inefable arma contra el crimen: La bici.

Jo, si yo fuera criminal y viera a unos policias en bici, me quedaría paralizada por el miedo. Por el miedo de lo que se iba a cachondear de mí la gente en la cárcel, como dijera que me habían detenido unos bici-polis.

¡Lo que daría por ver la reunión en la que se presentó esta idea a los ejecutivos de la cadena que fuera y sobre todo, la clase de sustancias que estaban tomando!




miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cuarto Día: Compras Fastuosas


Francamente, ya no me acuerdo de a dónde pensábamos ir, pero cuando todavía no habíamos desayunado, nos encontramos, cara a cara, en la ¿tercera avenida? con nuestro destino: una zapatería.

Era un "Clarck's" enorme, con las cosas más baratas que en España, y aún sin contar con el cambio favorable.

Hay pocas cosas más peligrosas que dejar a un español en una zapatería en Nueva York donde las cosas están bien de precio. Aquello era la locura, y venga a pedir zapatos y botas para probarme.

Y lo digo bien en singular, porque mi hermana, más juiciosa, se probó un número bastante más moderado de zapatos, y más o menos rápidamente escogió unos, pero yo no.

Yo me probé esto y aquello y lo de más allá, no sé, como (me da vergüenza decirlo) unos 7 pares de zapatos y tres de botas. Y la pobre dependienta sonreía y pedía perdón por el retraso, en vez de tirarme las cajas a la cabeza, no por venganza no, si no para incluir de una vez por todas zombies en este blog.

Tanto tiempo fue, que se vació la tienda (estaba llenísima cuando llegamos) y se dio la vuelta al disco, que cuando nos fuimos sonaba la canción de cuando entramos

¿Que qué zapatos me compré? A la vista están.

Ya, que parecen un par de bolsos (los BIBs de compras) rojos muy bonitos, lo sé. Es que ... NO me compré ningún zapato, qué pasa, al final me compré el bolso. Así que cuando me digan ¿tú no te compraste zapatos en Nuevayor? No, pero anda no que me probé.

Creo que solo gracias a que por lo menos al final compré un bolso (el otro es de mi hermana) impidió mi transformación en zombie, a manos de la pobre dependienta.

¿Veis a esas personas que aparecen detrás? están diciendo

- ¿Alguna vez has visto a unas mujeres de tan incontestable belleza?

- Yo lo que no he visto nunca es a dos tías haciéndole fotos a unos bolsos.

Por cierto ¿alguna vez le habéis hecho fotos a unos bolsos que os acabarais de comprar? Yo, no le he hecho específicamente una foto a un bolso ni nuevo, ni que lo tuviera hace años y lo hubiera cogido cariño.

Como tardamos tantísimo, cuando salimos de ahí ya era la hora de comer y nos vimos obligadas a buscar el sitio más calórico de nuestra lista de recomendaciones.

Sin embargo no me arrepiento en absoluto de haberlo hecho así, porque en ningún caso, cuando se está de viaje, hay que decir "Qué tienda más mona, luego volveré", porque no vas a volver.

En una ciudad tan enorme como NY no. Si estás en Soria, es muy posible (si no te estás sentando en alguno de sus múltiples bancos) pero ahí, es muy difícil que te coincida volver a pasar, además que si yo me vuelvo a pasar por esa tienda, la dependienta se inmola ahí mismo, y sería una pena que la piel de esos zapatos tan monos se estropearan con todo ese humo, qué queréis que os diga.

El sitio se llamaba Chad & Chew, y me lo había recomendado una amiga americana que vivió en NY años, y su comentario era "La comida que hacía tu abuela antes de preocuparse por la mantequilla".

Buen resumen, queríamos exactamente eso, después del asalto zapatil/bolsístico, aunque la verdad, yo la tortilla de patata con cebolla de mi abuela no la vi por ninguna parte.


Nos pedimos (otra vez los Bibs zampando, de verdad, qué gente), unos huevos (de los 300 tipos que había) y después unos macarrones con queso y una hamburguesa, la carne no estaba mal, pero los macarrones estaban de muerte, y eso que los Bibs no se los pudieron acabar, ni siquiera dejar a medias, que ahí las raciones son MUY generosas, y el plato ligerito, no era.

Casi hasta les perdoné que no fueran macarrones sino ¿coditos se llama esa pasta?

Cuando conseguimos salir de ahí, sin haberlo previsto, terminamos comprando varias cosas, en una tienda de ropa, en puestos callejeros y en una iglesia. Vamos, lo normal. Pues sí, era un centro comercial pequeñito, dentro en una antigua iglesia, con su terraza, su tienda de chuches súper mona, sus dos tiendas de sombreros y su tienda donde solo venden botas de agua. ¡Quién no ha estado en un centro comercial-iglesia con esas tiendas!

Para rematarlo la dependienta de una de las sombrererías era una imitadora de Marilyn, que se debía haber escapado de Las Vegas donde celebraba bodas con Elvis. No le hice una foto porque era una chica encantadora y yo soy buena persona, no como una tipa que pasó por delante de la tienda, se paró ex profeso, se le acercó y le dijo

- You look great!

Se ve que "great" significa algo diferente a lo que yo pensaba. Ya os digo que en las clases de inglés no nos enseñaban nada.

Pero no todo iba a ser vicio, aquella tarde todavía nos quedaban dos de los pesos pesados de toda visita a Nueva York.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Tercer día. La dura prueba.

"Decíamos ayer" que el día que fuimos al museo Metropolitan, mi acompañanta huyó (inteligentemente) mientras yo resistía agarrada a la tienda de regalos, cuando nos despedimos, le dije la llamaría al hotel desde una cabina (que algunas quedan por ahí) para ver qué hacíamos, aunque en vista de cómo estábamos las dos, lo mejor sería que lo que le preguntara por teléfono fuera qué quería que comprara para llevar al hotel y cenar algo en la habitación, con los pies puestos en alto.

De camino, cerca de la juguetería la famosa juguetería FAO Schwarz encontré tres cabinas, que se ve que también eran de juguete, aunque se tragaban el dinero como las de verdad, oye.

Ah, qué nostalgia, cuántos años hacía que una cabina no se quedaba con mi dinero impunemente.

Casi había olvidado que además cada una tenía su estilo de hurto: La que directamente estaba muerta, la que te daba falsas esperanzas en forma de tono telefónico, la que se quedaba con las monedas como atascadas....

Dos dólares y un cabreo más tarde, decidí escoger yo misma algo de cenar e irme por fin a descansar.

En una ciudad que es el paraíso de la comida take away y donde no puedes andar 10 metros sin encontrarte un sitio de comida preparada, deli o restaurante (que a su vez te vende la comida para llevar a casa), tenía la perra de comprar en Whole Foods Market, un supermercado que conocía por Top Chef (¿alguien lo conoce?) y por algunos blogs donde había leído que tenía una gran sección de comida preparada.


Columbus Circle, testigo de mis cuitas

Ocupa toda la planta baja de un centro comercial, y lo primero que llama la atención es que solo se vende comida y alguna cosa relacionada con la comida, como utensilios de cocina, pero nada más, ni un detergente, ni un desodorante, ni una triste sábana santa de Turín.

Aún así era enorme, aunque la verdad, yo la comida preparada no la veía, solo un expositor con sushi a la entrada. Pero sí, comida tenían muchísima, la verdad.

Hasta que di con la sección de comida preparada y me caí con todo el equipo: Ahí había comida para llevar de todo tipo: india, italiana, ensaladas, verduras, fruta preparada, carne, pescado, fría, caliente... yo qué sé... bollería que acababan de sacar recién hecha (eran como las 9 de la noche).

Y yo ahí sin saber qué hacer, con una sola obsesión, comiéramos lo que comiéramos, necesitaría encontrar unos cubiertos, que no entendía por dónde estarían. Bueno, quizá mi obsesión era encontrar la palabra "cubierto" que cada vez que lo preguntaba tenía que hacer una relación de los que conocía "spoon, fork, knife..", y menos mal que no me sé más.

Y digo "cada vez" porque lo pregunté como a 4 personas, incluido un reponedor con gorro de rastafari que casi me lleva hasta la salida y ni por esas.

Me empecé a poner más y más nerviosa ¿qué llevaba? ¿ensalada? ¿pasta? ¿curry? ¿queso? ¿Una tabla de cortar muy chula que se doblaba para poder echar las cosas a la sartén? Oye, que era una cucada.

Hasta que no tuve que recoger la cuarta y la quinta lumbares que se me habían caído al suelo, no fui consciente de que no podía pararme e irme con cualquier cosa porque había caído bajo el primer Stendhal culinario de la historia, o mejor dicho un Stendhal de la comida preparada.

Lo que llevaba frío se me calentó, lo que llevaba caliente, se me enfrió... hasta me tuvo que cerrar una caja de cartón uno que limpiaba las encimeras porque yo no me veía capaz.

Hacia la inutilidad total a través del exceso de oferta delicatessen, no sé si estará descrito.

Vale, ya había reconocido mi enfermedad y había conseguido comprar comida, pero ¿con qué narices nos lo íbamos a comer? Yo venga a preguntar lo de los cubiertos y ellos venga a decirme que estaban "bisaid" y "ajed" y yo creía que les entendía, pero cuando llegaba ahí (leedlo llorando) no estaban los cubieeeertos.

Jo, cómo entendía a Marco, que cada vez que llegaba a un sitio, ya no estaba la madre (qué escurridiza la tía, por cierto).

Cuando me di cuenta de que había pasado por el sushi siete veces, acepté mi derrota cubiertil y decidí irme. Claro que tampoco el sistema de cajas era moco de pavo.

Había dos grupos de cajas, uno para compras grandes o otro para pocos artículos. Delante de cada grupo, había 3 colas, y a cada cola le correspondía un color, cada vez que una caja quedaba libre, se iluminaba el color al que le tocaba pasar y el número de la caja a la que tenías que ir, y también se anunciaba por megafonía.

Sencillito, ¿verdad? eso es lo que debió pensar una chica bastante jovencita que no se enteró de que la tocaba a ella y una especie de ejecutiva que estaba detrás de ella, la empujó para que avanzara. ¡Eso en mi barrio no pasaría jamás! Sobre todo porque a la más mínima vacilación ya se te ha colado hasta el Orfeón Donostiarra.

Y sin vacilación, también.

Ah ¿que donde estaban los famosos cubiertos? A la SALIDA, FUERA, cuando ya habías pasado las cajas, antes de una zona donde podías comer si querías.

No es por nada, pero las 47 mil veces que lo pregunté, juro por Dios que nadie dijo ni "exit" ni nada que me sonara a mí a "fuera" y lo que es peor, que absolutamente nadie utilizó el present continous.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Tercer día en el Nueva York museístico

El tercer día fuimos al museo Metropolitan. Tanto la guía como cualquier persona conocida que hubiera estado ahí, nos había dicho que no intentáramos ver el museo completo, que era imposible, que era enorme y nos volveríamos locas.

Aquí es importante decir dos cosas:

La primera es que cuando uno piensa en un museo, piensa quizá en pintura, pero que el Met tiene de todo: Muebles, armaduras, tótems, la reja de un coro de un convento español ... además de cuadros y esculturas, claro.

Es decir, es inabarcable y lo mejor es intentar ver solo algunas salas. Pero en todo caso, MENOS salas que las que yo vi.

Porque la segunda cosa es que yo ya estoy loca.

Y digo yo, porque mi hermana cayó en la batalla y se fue al hotel.

Quedaba lejos el momento en el que entramos en el museo, dejamos todos los trastos en la consigna, incluidos los paraguas, porque llovía, y al ver las primeras salas dije:

- El cielo debe ser algo así, un sitio enorme lleno de arte.

Y eso que todavía no había llegado el Cuarteto de Cámara que amenizaba las tardes tocando música clásica en el pasillo.

Yo soy así de repipi, algo así como la Candy-Candy de los museos.

Pero estaría bien, no me lo negaréis. Te mueres y apareces en un "resort" de esos de pulserita, y oyes:

- ¿Antonio Conejero Fernández?

- Sssí, soy yo ¿Qué hago aquí?

- Hacer, vas a hacer poco macho, digo… ¿Usted no dijo en las vacaciones de 1998 en Punta Cana "Esto parece el paraiso"?

- Sí, ahora que lo dice, algo así creo que dije, a mí es que la pensión completa me pone muy flamenco.

- Pues eso, deseo cumplido, va a pasar la eternidad tomando cócteles con sombrillita en una piscina llena de parejas de recién casados de Zaragoza. ¿Alguna duda?

- Sí ¿Qué hubiera pasado si hubiera ido al infierno?

- Servicio militar obligatorio en el Cuartel de paracaidistas de Huesca.

- Cómo me alegro ahora de no haber puesto nunca la música sin auriculares en el Metro y haber apagado el móvil en el cine.

Porque no sabéis la de guardias que se van a chupar esos en el más allá. Bueno ¡y los que hablan en el teatro! Esos se van a pasar la eternidad haciendo cola en la Secretaría de una Facultad y cuando les toca.... ¡Ay, cuando les toca!

Empezamos aquel día viendo las secciones de África, Asia y la América pre-colombina. Como muestra, los BIBs a punto de ser devorados por una máscara de ... esto .... bueno, una clara muestra del arte de... bueno, para qué os voy a dar más explicaciones, si yo creo que está clarísimo y se reconoce a la primera, así que no me hagáis hablar.

Pensábamos ir a comer a una de las 3 ó 4 restaurantes que tiene el museo (¿no he dicho que era el paraíso?), pero juiciosamente, decidimos salir a que nos diera el aire, ya que se podía volver a entrar en el mismo día sin problemas si llevas una especie de chapita que te dan, en vez de la típica entrada de papel.

Que nos diera el aire estaba bien pensado, no digo yo que no, que nos diera la lluvia, quizá no tanto y que nos tuviéramos que comprar un paraguas churretoso en la típica tienda de Apu, que jamás consiguió taparnos a las dos, pues tampoco.

Fuimos a uno de los muchos restaurantes que llevábamos recomendados, perdón a uno de los muchos restaurantes que llevábamos recomendados y que estaban cerrados, pero casualmente, a la vuelta de la esquina, apareció otro de los muchos sitios que llevábamos apuntados. Un milagro de navidad, la verdad.

Mejor dicho, un milagro del 30 de septiembre a las 13:45, quién no los conoce.

El sitio se llamaba Luke's Lobster . Es un sitio donde solo sirven bocadillos y cosas más bien pensadas "para llevar" de langosta, cangrejo y gambas. Comimos muy a gusto, oímos música de los 60 y tuvimos nuestra primera experiencia con un local que no servía alcohol.

No digo en Nueva York, digo en la vida, porque yo creo que los españoles no concebimos un bar-cafetería-lo que sea, donde no sirvan, por lo menos, "una cervecita".

Esto es una teoría mía, pero me imagino que es por no pagar la licencia para vender alcohol de la que se oye hablar en las películas, supongo yo que en España también se tiene que pagar, pero no creo que nadie que tenga un bar, restaurante o cafetería de tanatorio en nuestro país se le ocurra no servir alcohol.

Que una cosa es servir esos cruasanes de plástico que venden en las cafeterías de los hospitales, y otra muy diferente, no tener reservas para emborrachar a una capital de provincias.

Bueno, ya veis a los BIBs comiendo de nuevo, quizá distingáis que una de las botellas es una "Cerveza de Raíz".

Algo que se ve que existe, me quedo por comprobar que no sea una invención la "zarzaparrilla" y los "malvabiscos".

No estaba mala, pero era rarísima, sabía un poco a regaliz. A mí me gustó pero mi hermana dijo que era lo más malo que había probado en su vida, y os advierto que ha comido en comedores colectivos.

Nos apetecía un postre, y nos fuimos en busca del "Mejor cheesecacke de Manhattan" o algo así, una lista que había sacado meses antes de internet. Vale, lo confieso, fue el primer dato que guardé sobre Nueva York y es que en esta vida hay que tener prioridades.

No estaba lejos, lo cual en una ciudad de distancias enormes era una casualidad increíble, así que fuimos medio mojándonos por la avenida de turno, mientras contábamos calles. Porque NY es ajedrezado y como las calles tienen números, no hace falta saber dónde están las calles, más bien, saber contar.

Pero cuando nos encontrábamos como a dos calles de la mejor tarta de queso, el diablo se presentó ante nosotras bajo la forma de pastelería húngara.

Qué buena pinta tenía todo: que si las tartas de queso, que si la de melocotones, la de chocolate... ¿y si entramos aquí? Venga, venga.

Y ahí que tenéis a los BIBs, poniéndose las botas, encima el local era como te imaginas una pastelería húngara: Fotos de Budapest, una bandera, unos señores hablando en húngaro (digo yo que eso era húngaro)...Qué buena pinta tiene todo eh?

Pues sí, y estaba buena, pero ... NO era la mejor tarta de queso de Nueva York, ni siquiera creo que lo fuera del Upper East Side, sobre todo porque creo que eso no era el Upper East Side.

Ah ¡cómo me he podido lamentar! Estas cosas son de las que realmente te arrepientes, porque a mí cuando me preguntan en las entrevistas de trabajo que de qué me arrepiento, nunca sé qué responder. Y eso que no es mi pregunta favorita ¿Cuál es tu peor defecto? O aún peor ¿Cuáles son tus tres peores defectos? No sé... ¿Melchor, Gaspar y Baltasar?.

Yo suelo decir que de qué sirve arrepentirse, o alguna otra falacia similar, que dé de mí una imagen completamente ficticia, de persona que no mira al pasado y a la que, por supuesto, le encanta trabajar en equipo, como a la chinche común europea y a las bacterias devoradoras de carne.

A partir de ahora ¿Cómo voy a decirles que de las cosas que más me arrepiento en este mundo es de no haber seguido dos calles más hasta la mejor tarta de queso de Nueva York?

Hombre, podría decir que "de no haber perseguido mis sueños hasta el final".

En fin, que volvimos al museo, una vez más convencidas de que "solo" veríamos la sala de pintura europea. Lo que había ahí era para no contarlo, como si hubiera metido el Museo de El Prado enterito ahí dentro.

Y hablando de eso, había varios Velázquez, en su sala nos encontramos con un perfecto ejemplar de listillo español con mechas rubias, que iba haciéndole el show completo a una chica.

Señaló este cuadro y le dijo


- Mira, pintaban a los bufones.

Miré el cartelito que explicaba el cuadro: Se cree que puede ser un autorretrato de un tal Diego de Velázquez y Silva.

Pero bueno, en algo acertó, porque en aquella sala sí que había algún bufón, por lo menos hasta que se fue a la de Goya.

Total, que pasaban las horas, los cuadros y ya se veía que aún con nuestro plan magistral de seleccionar salas, nos íbamos a pegar un palizón increíble, y eso que nos sentábamos en todos los bancos que veíamos, que afortunadamente eran bastantes. De hecho es el sitio donde más bancos he visto, además de en Soria.

¿Qué pasa? En Soria hay mogollón de bancos por las calles.

Es lo típico de Soria: Bancos y viento.

Si la gente trae mantequilla, es porque lo realmente típico no hay quién le meta en el equipaje.

Al final, mi hermana se rindió a la evidencia (y a sus pies) y me dijo:

- Mira, yo ya he visto la sección de Asia mientras buscaba el baño, así que me voy al hotel.

Vale, no es exacto, pero sí que vio así el arte asiático y sí que (inteligentemente) se retiró, y ya se sabe que una retirada a tiempo es una victoria, y en el caso de un museo, no retirarse a tiempo, supone como mínimo, varices.

Yo ya no sé ni qué vi desde que se fue, la verdad. Sé que hice una rápida incursión en la sección de Asia (y eso que no buscaba el baño), en la medieval y sobre todo en el lugar más imprescindible de cualquier museo: la tienda de regalos y hube de reconocer mi derrota, yo también tenía que retirarme porque estaba muerta y eso que aún me quedaba la prueba más dura...

martes, 2 de noviembre de 2010

Un (segundo) día en Nueva York

El segundo día salimos bastante tarde del hotel, y más tarde aún, llegamos a donde pensábamos desayunar, y es que durante el viaje hicimos nuestra propia versión del brunch que yo llamaría "se me ha hecho tarde para desayunar y tengo un hambre que me comería un caballo por las patas".

Fuimos a Sabarsky, un sitio muy-muy fino que en realidad es la cafetería de uno de los 200 museos que hay en palacetes alucinantes de la Quinta Avenida, la Neue Gallery.

Ejemplo de casita discreta que hay en la zona más pija de la 5ª Avenida y alrededores

El sitio que tenía cola (como casi todo) para entrar, era monísimo y lleno de detalles (nótese que hasta los platos tienen el nombre del local), como la Gallery esa en cuestión está dedicada al arte austriaco, semeja un café de la vieja Viena, con sus tartas de chocolate, sus vistas al Central Park... vale, quizá esto no sea muy típico de Viena, pero bueno, yo estuve en Viena en el año catapún y ni fui a uno de esos cafés monos, ni me comí una tarta guay, ni mucho menos vi un cuadro de Klimt.

Cosa que tuvo en común con este día, que a Klimt solo lo vi en las postales de la tienda de recuerdos.

Comimos maravillosamente, a los Bibs se les puede ver, pillados in fraganti, poniéndose ciegos, pero yo me pedí una ensaladita que no se ve en las fotos.

Como se ve, comieron pan de centeno con salmón ahumado y una de los 4 tipos de salchichas que no hay quién se decida. Al lado de nuestra mesa estaban los postres: una selección de torten y struddell que los pobres Bibs no se pudieron resistir, después de estar toda la comida decidiéndose entre la tarta Sacher y el Appell Struddel.


¿Que qué tomé de postre yo? Pues nada, una frutita del tiempo que me pedí.

Después fuimos, una vez más siguiendo una recomendación, a la Frick Collection.

El que quiera saber en qué consiste semejante institución, le aconsejo que abandone inmediatamente este blog y se dirija aquí, donde todo se lo explicarán a las mil maravillas (esa fue la recomendación).

Si aún así insistes en quedarte aquí (tú sabrás) solo diré que el tal Frick fue un tipo de esos salidos de la nada que se hizo rico como a lo bestia, y que dedicó parte de su tiempo a viajar por Europa comprando obras de arte (me parece estar viendo mi vida reflejada).

También se mandó construir un coqueto palacete enfrente del Central Park, con lo que suele tener el típico coqueto palacete que todos hemos tenido alguna vez: Su patio interior cubierto, su luz natural por medio de ventanales inmensos...

Y digo que todos lo hemos tenido, porque yo, por lo menos, en otra vida viví en ese palacete, ah ¿Nunca os lo había contado?

No sé, se me habrá pasado, mientras os contaba mis apasionantes aventuras en la red de transportes públicos de la periferia madrileña. Pues sí, viví ahí, era una bella y riquísima joven que bajaba, como quién no quiere la cosa por una escalinata espectacular, cada vez que pasaba por ahí un pretendiente con bigote.¡Ah, que tiempos!

Mi tío Frick (yo le llamaba así "Tío Frick" no es creáis que no sé cómo se llamaba) era autodidacta, quizá no tenía formación académica, pero se ve que aprendió muy bien, porque mal gusto no tenía el hombre, por lo menos comprando cuadros.

Ejemplo: Recuerdo que en aquellos tiempos había veces me decía mi doncella Sally

- Señorita, su tío me manda a decir que la espera en el comedor pequeño.

Y yo bajaba, haciendo mi numerito de la escalera, no vaya a ser que pasara por ahí algún mozo casadero, y me quedaba un buen rato esperando, sin que por ahí aparecieran ni mis tíos, ni un pretendiente bigotudo ni nadie, hasta que Sally me venía a buscar y me decía:

- Señorita, están esperándola en el comedor hace media hora, y me ha dicho su tía que sepa que se ha quedado sin el currusco del pan.

- Y este es el comedor ¿no ves que está aquí el Greco? O eso, o se me ha vuelto a alargar la retina.

- Señorita, su tío tiene MÁS DE UN GRECO, el comedor es la habitación que además del Greco tiene el Rembrant.

- ¿Los Rembrant no está en el salón de baile?

- DOS de los Rembrants están en el salón de baile, el tercero en el comedor.

Ah sí, solo contratábamos servicio con formación en pintura europea y entre nosotros, cuando el jardinero se tomaba una copita de más, se ponía pesadísimo explicándonos los Goyas del recibidor.

Volviendo a mi yo actual, os diré que en el baño, gracias a unas argentinas (estaba NY tomado por turistas argentinos), nos enteramos que murió él, murió su mujer y los hijos que tuvieron que murieron antes, y al final todo se convirtió en una fundación y nadie más bajó por la escalinata esa flipante.

¿Que qué había sido de mí? Pues antes me habían desheredado porque me fugué con un caballerizo polaco con el que recorrí toda Europa después de ... pero bueno, volvamos a septiembre de 2010 (o a 2049, según las fotos)

Después anduvimos cotilleando por las zonas comerciales de la Quinta y otras avenidas muy cucas que hay por ahí, y que jamás conseguiré desentrañar si eran Lexington, Madison, u otra muy fina acabada en "on".

Si alguien sabe qué calle es esta, que me lo diga, que es donde estuvimos de compras

Sí sé que en un momento dado nos tomamos un té en uno de los millones de cafeterías que hay por la calle, que además, era la cafetería de un gimnasio, donde cuando quise ir al baño, tuve que entrar al gimnasio de marras, y en definitiva, ir al baño del vestuario, así que ahí me tienes cruzando en medio de mujeres en toalla y yo ahí poniendo cara de "Eh, que me estoy tomando un té que me da derecho a veros desnudas".

Mirones/as de Niuyó, ya sabéis dónde ir.

Ah, ese día, tuvimos nuestra primera experiencia en el Metro, y la última, y eso que me habían advertido, me habían dicho que era muy cutre, pero yo me hice la chulita y pensé "Venga por Dios, si yo he viajado en la línea 5". Pero sí, lo era. Y sí, estaba fatal señalizado todo, y lo mejor de todo es que para cambiar de sentido en una línea, hay que salir a la calle, y entrar por otra boca de metro (?).

Y eso que a cambio diré que a las (muchas) personas a las que les preguntamos cómo hacer el transbordo, nos atendieron muy amablemente, ni siquiera la cucaracha que vio mi hermana fue grosera, ni nada, de verdad.

Me han dicho que también es normal ver ratas y ratones, pero ya os digo que es que ahí la mayoría de la gente es muy solícita y lo mismo es que salen por ayudar, oye.

La última anesdotilla del día fue que cuando volvíamos al hotel por la noche, pasamos por delante de una de las diez mil puertas con un toldito que hay en cualquier calle, y me fijé en que había un grupo de chicas y chicos como esperando, todos muy arregladitos, y dije:

- Esto debe ser una discouuuu.

Sí, para mi vergüenza lo reconozco públicamente, dije "discou".

Casi acierto: era un centro judío.

Nota 1: Me voy a saltar algunas comidas y algunas fotos de comidas, por abreviar.

Nota 2: No, de los vestuarios no tengo fotos.

Nota 3: Y de la cucaracha, menos.