Una terrible agitación
recorre el país desde hace semanas, meses incluso, y no es para
menos.
¿Las primeras
elecciones? ¿La eurocopa? ¿El insoportable calor? ¿El insoportable
aire acondicionado de los autobuses? ¿Las segundas elecciones?
No, no, mucho más
inquietante: la resolución de la alegre tonada que se ha hecho
esperar!!
En fin, ya sabéis que la
mujer dispone y la falta de tiempo dispone y que no por mucho
madrugar se escribe la entrada más temprana y dichas ya estas
simplezas a modo de disculpa, tan torpe como sincera, allá van las
opciones de la más votada a la menos votada y por fin (¡Oh, tamaña
intriga que tanto os desasosegaba!), la solución.
Soy Mineroooooo
Primera opción escogida
por el (paciente) público. La verdad es que difícil no asociar esa
canción con una situación tan difícil como llevada con
(inexplicable) alegría.
Con demasiada
alegría diría yo, porque qué quieres que te diga Antonio Molina,
bajar a la mina no es para estar tan felizote, te pongas como te
pongas. Aunque una cosa te digo, minero cantor, hay que reconocer que
el tuyo es el mejor trabajo de toda la cantera, porque empujar una
vagoneta no será una juerga, pero comparado con andar picando piedra
todo el día es pecata minuta.
Sobre todo si además de
lo de pico tienes a un tipo cantándote al oído con esa voz tan
aguda, tan penetrante tan … laína, que la llamaba Lauren Castigo.
Vete tú a saber por qué.
Vuelvo a remitiros al
mismo vídeo (pincha aquí, resalao)
porque no tiene desperdicio.
Molina y sus compañeros con el peto de vestir |
Que si uno que va a
levantar una piedra muy pesada y al final coge otra más ligera (qué
gag! No me canso de verlo), que si el susodicho Antonio Molina se
acuerda de que no se ha puesto la camiseta pero aún así conserva el
mismo gesto durante toda la canción... Y es que era el Sara Montiel
del cine coplero.
Pero con voz.
Y sabiendo cantar.
Vale, no era
como Sara Montiel.
Pero mi momento favorito
es cuando salen todos del trabajo, así del bracito cogidos,
sonriendo, haciendo coros, que nadie ha salido tan alegre y cantarín
de una mina desde los Siete Enanitos.
Van todos como diciendo
"¿Seguridad en el trabajo a mí? Suspaqué"
Y eso que es obvio que
sufren una terrible enfermedad laboral, a tenor de ese movimiento
oscilatorio errático de cuello que sufren todos. Espero que de la
mina se vayan directos al fisioterapéuta.
Pero al lío: ¿Es este
compendio de falta de seguridad en el trabajo y alegría
injustificada lo que me viene a la mente cuando descubro que he
perdido el último autobús? Pues no, y eso que la canción se
tercia, pero por algún extraño motivo, mi subconsciente la tiene
archivada en otra carpeta.
Sospecho que en la de
"Gente que vive feliz porque no sabe que tiene las cervicales
fatal".
Parchís y Campanera
En segundo lugar, con
igualdad de votos, tenemos a Parchís-chís-chís y a Campaneeeeera.
Qué curioso que
coincidan dos muestras de niños explot.... digo artistas de épocas
tan diferentes ¿verdad?
Campanera, la verdad es
que a veces me viene a la mente, pero solo eso "Aaaay,
campanera" porque, como ya conté, me veo incapaz de soportar a
Joselito 25 segundos seguidos.
Vale, ni alternos.
Mi mente se ve que es más
sabia de lo que parece, porque no me trae al "Pequeño Ruiseñor"
al recuerdo en los malos momentos. Ni en los buenos, vaya.
Resumiendo: que no es
Joselito (Oooooh), ni siquera Marisol, a la que tengo mucho más
fichada en sus múltiples papeles de rubita pizpireta que es huérfana
de madre, rubita pizpireta que es huérfana de padre o rubita
pizpireta que huérfana a secas.
La verdad es que esos
argumentos y tal cúmulo de desgracias son realmente inverorísimiles:
Que si es rehén de unos ladrones que resultan ser unos blanditos;
que si destapa un plan para engañar a su tío y robarle la herencia
a la familia; que si vive en casa de su productor/descubridor,
separada de su familia, criándose junto al que en el futuro será su
primer marido...
Lo dicho, totalmente
inverosímil.
Parchís. Os he
dicho que Joselito me pillaba lejos por cuestión de edad, pero tuve
el inmenso privilegio de ser contemporánea de toda una generación
de niños cantantes.
¡Qué tardes de sábados
aquellas en que me quedaba hipnotizada delante de la televisión,
mientras veía Aplauso! Aplauso! Un sentido homenaje a ese programa
en el que nunca sabías lo que te podías esperar:
Tan pronto salía KISS
como Rocío Jurado.
Village People como
AC/DC.
Bernardo Bonezzi como
unos novios formales de Valladolid que bailaban rock acrobático.
Cómo recuerdo estar en
el cuarto de estar de mi casa y escuchar a Silvia Tortosa exclamar
"Con vosotros.... Parchís!" mientras yo pensaba:
- ¡No, por Dios, Parchís
no, prefiero a Pino D'Agio, hasta al tipo que hace robot!
Pues sí, es triste pero
este segundo advenimiento de los niños cantores de España me llenó
de un espanto sin fin y me hizo adquirir extrañísimas e
inummerables fobias:
- A los niños que bailan
acompasados.
- A los chavales con
flequillo que les tapa un ojo
- A las niñas que dan
golpes de cuello absurdos para mover la melena a cada paso de baile.
Otra que debe tener las cervicales para el arrastre.
Y sobre todo a la ropa de
colorines a juego.
En fin, que los pobres
niños, que de mayor comprendí que no tenían culpa de nada, me
estomagaban bastante y la única que me caía bien era la de Parchís
que bailaba con tan poco brío.
Quizá porque pensaba que
de verme metida en algo así, yo también intentaría pasar lo más
desapercibida posible.
Pues sí, ya es mala pata
que te horrorice tanto algo con lo que machacan a tu generación día
y noche y además en plena infancia. Creo que fui la niña más
perjudicada por ese fenómeno en toda Españ... No, espera, creo que
fue Ana.
Ya sabéis... la de
Enrique y Ana.
Sí, sin duda fue mucho
más perjudicada.
Oh, sí, MUCHO más.
Así que no, nunca me he
aprendido los pasos de los bailecitos de Parchís (ni de nadie, ahora
que lo pienso) y nunca canté sus canciones ensayando frente al
espejo.
Aunque por supuesto que
he cantado muchas (otras) canciones con un cepillo en la mano, o un
bote de champú, o mucho mejor, un desodorante. Por cierto, la marca
Mum tiene las dimensiones idóneas, hacedme caso.
Chinito de Amol
Pues sí, amigos, la
respuesta correcta ha contado con un único acertante, Holden, que
contestó el primero y se llevó el gato al agua. Pues bueno Holden,
ya nos contarás qué narices has hecho con un gato en el agua, con
lo poquísimo que les gusta.
Enhorabuena. Ya sabes,
puedes escoger qué escritor incluya en una futurible entrada de
"Este es un escritor que va a comprar el pan".
Pero recuerda, recordad
todos, que este blog es vuestra casa, que digo casa, vuestro palacio
y que las cosas de (este) palacio van despacio, pero que muy
despacio.
Respecto a "La
canción del chinito y la chinita" (¡Qué título! ¡menudo
tirón!) no, no tengo explicación razonable para que me asalte en
los momentos más extraños.
Como os dije, los
"Payasos de la tele" nunca me encantaron, aunque sin llegar
a detestarlos al nivel de mi aborrecida infancia canora, y por no
insistir más con Parchís recordaré a aquellos poco glamurosos
mozalbetes (Botones) que nos castigaron con aquello "Sanchoooooo,
Quijoteeeee, Quijoteeeeee", oscura premonición de lo que se nos
avecinaba con el quinto centenario y demás efemérides
institucional-cervantinas que nos asolan más que la pertinaz sequía.
Cualquier tiempo pasado no fue mejor |
De verdad, yo ya me he
leído El Quijote ¿Puedo salir ya al recreo, por favor?
Si tuviera que escoger
una canción de mi infancia que me infundiera ánimo al descubrir que
me había dejado la cartera y el abono transportes en casa (todo a la
vez), sería no sé... Maná, maná que siempre me hace sonreír
Pero juro que es así, el
chinito (y también la chinita) se me aparecen en los momentos más
inoportunos. Realmente inoportunos.
Como la vez en que,
viviendo el siempre delicado trance de una mudanza, al límite de las
fuerzas físicas y ya muy olvidadas las psicológicas, iba con mi
infatigable hermana (Que José Luis Urribarri la bendiga) por la
noche, probablemente después de tirar los cartones restos de las
muchas cajas que habíamos conseguido vaciar.
Este era el cuadro:
agosto en Madrid, once de la noche, un barrio que no es conocido
precisamente por su bullicio y nosotras andando derrengadas en medio
de una calle solitaria. Para que os hagáis una idea, un estilo
Walking Dead, pero peor vestidas, que lo que te pones para hacer una
mudanza, no te lo pones ni para.... ni para... bajar a una mina.
Anda ¿A ver si va a ser
por eso que Antonio Molina no llevaba camiseta?
Bueno, pues ese es
precisamente la clase de momento en que esto sucede, y sucedió:
- Cuando te digo
chino-chino-chino del almaaaaa, tú me contestaaaaas..
- Pero ¡¿Qué haces?!
- Es que cuando estoy muy
cansada me da por cantar Chinito de amol.
- ¿Y tienes que cantarla
precisamente cuando pasa un chino?
- ¿Qué dices? Si no
pasa un alma por la calle. ¿De dónde va a salir un
chin..ooOOooostras un chino!!
Pues probablemente de
donde salía era de su negocio sito está en mi misma calle y al que
- abochornada - no he entrado jamás, aunque ambas hemos bautizado a
dicho local con un nombre muy pegadizo:
HermanaSister- Si puedes,
cuando vengas, compra una botellita de agua en cualquier parte.
Servidora- Es que no sé
si habrá algo abierto.
HS- ¿No está ya la
tienda del señor-al-que-ofendiste-gravemente?
S- Es que la tienda del
señor-al-que-ofendí-gravente está camino al Metro y yo pensaba
coger el autobús.
HS- Vaya.
S- Además yo creo que en
la tienda del señor-al-que-ofendí-gravemente no tienen agua, es más
tipo bazar.
HS -¿Pero has llegado a
entrar en la tienda del señor-al-que-ofendiste-gravente?
S -No, no, solo me lo
parece, que una vez iba a entrar pero me dio tanta vergüenza que al
final no me atreví.
Por el mismo motivo no me
atrevo a pasar por delante de la Embajada China, por si creo un
incidente internacional.
Ah, Miliki... cuánto
daño hiciste!