Cuando era pequeña los sábados por la noche ponían en televisión una película que era casi un acontecimiento, algo lógico teniendo en cuenta que en aquellos milenios no había más que dos cadenas, y así el lunes podías preguntar perfectamente "¿Viste la película del sábado por la noche?" y no hacían falta más aclaraciones.
Pues bien, recuerdo que uno de esos sábados fuimos a cenar a casa de unos primos y mientras estábamos en la cocina, por el patio interior se oyó perfectamente la voz de un crío gritando a pleno pulmón:
- EMPIEZA LA PELÍCULAAAAAAAAAAAA.
Y mi tío dijo:
- A este niño es que le paga la comunidad para que nos avise a todos.
Esta anécdota la tengo muy fresca en mi memoria, además de porque no recuerdo haber oído ninguna otra cosa graciosa que a mi tío en toda la vida, porque el fantasma de ese niño pregonero me iba a acompañar durante mucho tiempo.
Y es que hoy quiero aprovechar este humilde blog para dar las gracias a un grupo anónimo, un grupo que no espera agradecimiento alguno del conjunto de la sociedad, seres humanos que prestan su ayuda desinteresada a todos aquellos que la necesiten, y a los que no, pues también.
Acuden a cines y sobre todo a teatros y en vez de relajarse y disfrutar tranquilamente del espectáculo, no dudan en sacrificarse por los demás y estar alerta para aclararnos alguna duda que podamos tener sobre el desarrollo de la acción, o llamarnos la atención sobre algún punto en concreto del argumento que resulte especialmente jugoso.
Número 1: Voluntario Tipo "Informador"
Yo misma tuve sentado justo en el asiento de al lado a uno de los más grandes representantes de esta tendencia, hará unos pocos meses, cuando fui a ver una adaptación teatral de la famosa novela de Agatha Christie "Diez Negritos".
Creo que no descubro nada (si es así, o si quieres que el protagonista escoja seguir buscando el tesoro en Pakistán, pasa al siguiente punto) si digo que la trama se basa en que diez personajes se ven atrapados en una isla donde van siendo asesinados, uno por uno.
Pues bien, este caballero, cada vez que moría uno, decía a voz en grito: ¡UNO MENOS!
Y también: ¡OTRO MUERTO!
Y a modo de resumen: CUATRO, SOLO QUEDAN CUATRO.
Cómo se esforzaba el hombre ¿Eh? Porque esos gritos no me digas que te salen naturales, y oye, mira como llevaba la cuenta por mí, por mis compañeros y por mí el primero. Aunque un tío que se cuenta dos veces en una cuenta tan fácil, no sé si es el más indicado para llevar la contabilidad de nada, no es por fastidiar.
Prototipo Número 2: "El repetidor"
Es el que repite sistemáticamente lo último que ha dicho el actor. Su misión es ayudar a los duros de oídos o a gente que haya estado distraída, no sé, por ejemplo mirando su luminosísima pantalla de móvil.
Hace poco tuve la fortuna de volver a tener sentada a mi lado, qué suerte que tengo de verdad, a una buena señora, que junto a su amiga (Dios los cría) repetían cada momento álgido:
- DE CÁDIZ, AY, QUÉ ERA DE CÁDIZ.
Vienen a ser como esa gente que repite el final de los chistes, no sé como para afianzarlos, o quizá para dejar claro que han entendido algún intrincado mecanismo humorístico y exclaman, tronchándose de la risa:
- Porque era el fantasma de los ojos azules. Ja-ja-ja.
Yo, cuando me iba a sentar y las vi, ya supe que había vuelto a ser agraciada con el premio gordo de todo el patio de butacas. Una iba de leopardo y otra de cebra y las dos brillaban, por supuesto. Es un paso más en la evolución: Los cuadrúpedos reflectantes o fieras luminescentes. Que lo mismo te sirven si tienes que organizar un safari fotográfico, que si se te pincha una rueda.
Este tipo de voluntario suele estar combinado, y es diferente de separar del:
Tercer tipo: El afirmativo.
Es muy majo, porque no solo pretende ayudar al público, sino también a los autores de los textos, ya que les da la razón.
Por ejemplo, un señor que le daba la razón a los personajes y les secundaba sus decisiones, que vi, y sobre todo oí, durante la representación de "Carlota" de Miguel Mihura.
El protagonista, cree que le quieren envenenar y cada vez que le ofrecen una taza de té, él contesta muy asustado:
- No, no, de verdad, no quiero.
A lo que este voluntario entre el público añadía:
- CLARO QUE NO QUIERE ¡CÓMO VA A QUERER!
¿Veis? Combina ambos tipos, porque por una parte nos deja bien claro qué ha pasado y por otro aprueba el buen proceder de los personajes.
Tampoco faltaron los, y ahí estaba de acuerdo con la cebra luminescente:
- ¡AMOS!
- ¡POR CLARO!
- ¡HOMBRE!
Y similares. A este me lo encontré, sí, os va a sorprender, pero estaba sentado justo en el asiento de al lado. Hace apenas dos días. Tal cantidad de coincidencias se pueden explicar porque, además de que voy mucho al teatro, creo que los llevo yo.
Hace tiempo que esta última idea me ronda la cabeza, que tanta casualidad no puede ser, así que aunque yo lo ignore de forma consciente, en realidad esa gente va conmigo y yo vivo en una realidad paralela tipo "Los Otros".
Y ¿sabéis eso que se dice que cuando vas a morir ves tu vida entera como una película? Pues la mía será como esas películas muy liosas que al final te ponen unas cuántas escenas que ya has visto, pero viendo algo más que lo aclara todo.
Hasta ahora es la explicación más plausible, no me lo negaréis.
Número 4 (Anda mira, como los negritos): El aclarador.
Este es mi favorito y el que sin duda muestra más a las claras que quiere ayudar al prójimo, porque aclara puntos de la trama que quizá no se hayan explicado lo suficiente.
Obra: El Mercader de Venecia, que estos ángeles de la guardia del espectador te explican a Shakespeare o a quién haga falta.
No descubro nada, si cuento que en un momento dado, una de las protagonistas se disfraza de hombre y se hace pasar por otro personaje, para ayudar a su amado que se encuentra en peligro. Esto no es un gran secreto, no os creáis que viendo la obra hay que ser un lince para darse cuenta, pero como siempre hay gente a la que le gusta ayudar, una generosa dama se dedicó a repetir durante toda la escena:
- E' la chica, e' la chica
No lo pongo en mayúsculas porque no hablaba muy alto, bueno, yo la tenía dos filas más atrás y la oía perfectamente (Por disimular se puso un poco más lejos), resumiendo que no gritaba como los demás.
Pero quizá quiso compensarlo con la repetición, porque lo dijo una y otra vez, una y otra vez y otra y...:
- E' la chica, e' la chica.
Siempre así, de dos en dos. Yo desde entonces, llamo a esta simpática tendencia "síndrome elachica",
Por cierto que como de desagradecidos está el mundo lleno, se oían algunas voces
- Señora, que al teatro no se viene a jugar al mus.
(Continuará)