En un día como hoy, francamente no me veo con cuerpo, ni sin él que aún sería más extraño, para continuar con la serie "Cómo vivir sin trabajar si es que tal cosa existe". Vale, no se llamaba así.
En todo caso y para "dinamizar" (signifique lo que signifique eso) el blog y animarnos en estos momentos con esta situación tan alegre, os propongo un concurso. Os dejo unos momentos para que os celebréis la buena nueva.
(Momentos de alborozo)
Me llegan noticias de vuestros comentarios:
- Hombre, eso sí que me ha alegrado a mí el día, me da igual lo que le pase a Grecia, que Loque hace un concurso.
- Manolo, saca la sidra El Gaitero, sí, sí, la de reserva, la que guardamos desde hace años. No la del DIA no, la de marca. A lo loco, Manolo, a lo loco.
Bueno, a lo que iba es que pensando en el proceloso mundo del trabajo, y de la permanente amenaza de la falta de él, me he acordado de las cosas más inimaginables que caber pudiera.
Bueno, que quepan y que me las hayan mandado a mí, aunque no tuvieran relación alguna con el trabajo que supuestamente desempeñaba.
Insisto, existe el noble y mal pagado (seguro) trabajo de limpia ventanas, pero ¿Qué pasa cuando eres, no sé, auxiliar de laboratorio y dicen que que limpies las ventanas?
Pues que solo te quedan dos opciones:
- Empezar por la izquierda, o por la derecha.
Vale, pues eso, os cuento unas cuántas cosas extrañas que me tocó hacer en el trabajo sencillamente porque temía engrosar las fatídicas listas, y no porque tuviera nada que ver con esas tonterías que ponen en tu contrato.
De acuerdo, solo una es verdadera. Y el primero que acierte, gana. Bieen, bien. Saca sidra, Manolo, sí, otra vez ¿Qué pasa? La ocasión lo merece.
¿Y qué gana? Caramba, qué materialistas. Bueno, pues que proponga un tema sobre el que quiera que debo escribir una entrada. Ese el premio, que no tengo ni sidra. Otra cosa es que realmente escriba sobre eso, que esto no es mi trabajo, y por fin, puedo decidir que no voy a ser:
1) Sospechosos habitualesEsto ocurrió hace algunos años, cuando dentro de los difusos márgenes de las atribuciones del trabajador de una ETT/Empresa de Servicios/Cómo lo queráis llamar, me tocó ir a hacer unos bolos a una comisaría del cuerpo nacional de policía.
¡Cómo mola! Pensaba yo, mientras me imaginaba como una de las protagonistas de CSI, bella por fuera y dura como el acero por dentro. O resolviendo crímenes a diestro y siniestro gracias a mi perspicaz olfato, como Colombo. O poniendo posturitas y corriendo mucho por ahí, movimiento la melena sin hacer nada en concreto, como Los Ángeles de Charlie.
No, no trabajaba a los 9 años, por qué lo preguntáis.
Como os podéis imaginar, todo consistió en estar a dos plantas de la comisaría de verdad "dónde está la acción", haciendo el trabajo administrativo más aburrido del planeta, en medio de un montón de expedientes de la época de Alfonso X el Sabio, donde el concepto de "nuevas tecnologías" se circunscribía a la máquina de escribir electrónica.
Hasta que por fin, llegó el momento de nuestra gran oportunidad, cuando una compañera y yo estábamos agonizando de aburrimiento en medio de tanto legajo y subió una funcionaria con cara de estar buscando a alguien, abrió la puerta de la pecera en la que estábamos nostras poniendo cara de trabajar mucho (ves, al final sí que hice un poco de Ángel de Charlie) y preguntó:
- ¿Está Mª Carmen?
- No, no está por aquí.
- ¿Y vosotros quiénes sois?
- Pues las que han venido a tal y cual y ...
Mientras, nos miraba de arriba a abajo sin hacernos ni caso, hasta que cortó nuestras torpes explicaciones:
- ¿Podéis bajar un momento a la comisaria?
Tate, me dije (que no, que no tenía 9 años), ya se han enterado de que robé unos tigretones en el año 87 y han venido a por mí. El crimen siempre paga.
Y mientras intentaba calcular cuánles serían los intereses de 125 pesetas y pasarlo a euros, escuche a mi compañera, que no sé qué causa pendiente con la justicia tendría pero juro que que pregunta con la voz temblorosa:
- ¿Para quéee?
- Para una rueda de reconocimiento.
Juro que nos miramos la una a la otra más sincronizadas que las gemelas que descubren que son gemelas en las pelis Disney.
- Si son solo dos minutos, si acabamos en seguida. Decía la mujer muy festiva.
Y ahí qué bajamos con ella, la verdad es que una vez que nos lo explicó y lejos ya del yugo de la justicia, íbamos tronchándonos de la risa, venga a hacer comentarios graciosetes y bromas de dudoso gusto. Creo que fue el único momento en que no estuvimos a punto de morir de aburrimeinto en aquel trabajo.
Nos llevó a una sala, pero lo más bizarro (sí, había algo más bizarro) es que entró con nostras y se puso a nuestro lado como otra sospechosa.
¿Que en qué nos parecíamos las que estábamos ahí? Además de ser todas del mismo sexo, claro.
Pues ¿vosotros habéis oído que el ADN de la mosca y el humano son idénticos en un porcentaje sorprendentemente alto? Pues os digo que no metieron ahí a una mosca (hembra, esos sí), porque las muy malandrinas no se están quietas.
Por cierto, si os estáis preguntando quién era la delincuente, pues no lo sé exactamente, pero vamos, que si os detienen alguna vez no os pongáis un chandall de yonqui.
2) Azafata de CongresosEsto ocurrió hace algunos (bueno, muchísimos) años, cuando me hallaba dentro de los difusos márgenes de las atribuciones del trabajador de una correduría de seguros cualquiera.
Situémonos: Una joven y bella empleada triscaba como una cabritilla en su puesto de trabajo, junto a una compañera, contando los últimos momentos de sufrimiento antes de que la jornada laboral del jueves llegue a su fin en su cubículo, cuando un elemento de la jefatura de su empresa abre la puerta del despacho con gran ímpetu, y pregunta:
- ¿Dónde está Mª Carmen?
Esto quizá os suene, pero os recuerdo que:
a) Los jefes son mucho de abrir puertas con gran ímpetu.
b) En todos los trabajos hay siempre una Mª Carmen.
- Puees no está porque hoy no ha venido porque...
Él mientras no nos hacía ni caso a lo que le decíamos y nos miraba de pies a cabeza, mientras yo sentía un inquietante dejá vu, y nos interrumpió:
- Venid conmigo.
En este caso, nos ofrecíamos voluntarias para ir todo el fin de semana a la feria del automóvil más cutre de la historia, donde nuestra dinámica empresa familiar tendría un stand ofreciendo sus servicios en el dinámico sector del seguro de automoción.
¿Vosotros habéis visto Show Girls? ¿No? Pues yo sí, y si hubo algún incauto que cayera como yo, quizá recuerde una escena en la que la inocente chica (la inocente chica que se gana la vida quitándose el refajo delante de señores desocupados) va con una compañera a una feria automovilística. Entonces descubre que todo es una trampa para su decencia (y su refajo) para que "cenen" con una japonés y libidinoso y de esposa ausente y entonces ella..
Pues que como yo lo había visto, ahí iba yo, pensando que no iba volver mocita al pueblo. Y algo de razón tenía y digamos que igual que llegué, no salí, porque yo creo que ese fin de semana me salieron más varices que a la madre de la familia Von Trapp, de tantas horas que pasé de pie, repartiendo folletos.
Pero lo más bizarro (porque había algo más bizarro) es que se nos acabaron los folletos a las 11 de la mañana del domingo, y como no repartíamos nada más, nos quedamos como dos pasmarotes poniendo cara de póker durante un montón de horas.
Menos mal que absolutamente nadie nos miraba porque cerca de nosotros había un puesto con unos cochazos impresionantes, y a las "y medias" y a las "en puntos" una modelo se ponía a hacer el gamba al lado del coche.
Mientras padre de famili, tras padre de familia, se acercaba y con gesto picarón, preguntaba si la chica estaba incluida en el precio.
En una de estas los contamos: Siete en el pase de las 18:30.
Y ni uno solo japonés.
3) InventariadoraEsto ocurrió hace muchos, muchos años, cuando (esto ya os lo sabéis), y entró de golpe (....), Mª Carmen no estaba (...) y me dijo (esta vez a mí sola)
- Vente conmigo.
Pero en esta ocasión lo que pasó es que me dio una cinta métrica. Sí, qué pasa, una cinta de esas que si la sueltas se enrolla sola (qué juerga me pasé haciendo eso), y me dijo que había que hacer un inventario de la oficina y que, utilizando a la potente herramienta de la que hacía entrega la empresa, un boli y un papel, tenía que apuntar todas las mesas, sillas, archivadores, etc... que encontrara a mi paso, apuntando de paso sus medidas.
Y ahí me quedé yo, con mi cintita métrica, sin compañera (qué malandrina Mª Carmen, que se había librado) y sin refajo (que no sé ni cómo son). Lo peor no fue ir por ahí midiendo muebles como una mide-muebles cualquiera, sino era entrar en despachos variados contando:
- Hola buenas, que vengo a mediros la mesa y que no sabéis el daño que hace que os den con una cinta de esta así que dejad ya de reiros por favor, por favor os lo pido.
Aún así, lo más bizarro de todo eso (sí, había algo más bizarro) es que el dueño de la empresa, que se llamaba Severino, era poseedor, además de un nombre infame y de una empresa, de una finca de caza inmensa, motivo por el cual acumulaba en su inmenso despacho, un número ingente de trozos de animales muertos, especialmente sus cuernos, que conservaba para demostrar su valor como cazador que abastece a la tribu.
Así que cuando me tocó entrar con mi súper equipo de medición al despacho de este bravo guerrero, oí una voz que me preguntaba inocentemente:
- ¿Qué? ¿Vas a medirle los cuernos a Severino?
4) Modelo de condutaEsto ocurrió hace muchos años, dentro de los difusos... empresa editorial ... se abre la puerta... Mª Carmen absentista ... y bueno, que al final acompañamos al emisario de turno, mi compañero (esta vez es chico, por variar) y yo y nos dice que:
Nuestra dinámica empresa va a publicar un dinámico manual de español para extranjeros, de esos que tienen muchas fotitos y muchos recuadritos y muchas tonterías para que parezca que aprendes divirtiéndote y que el italiano es molto facile e divertente....
Pues resulta que les faltaban ilustraciones y no solo no contrataban a unos modelos profesionales, sino que íbamos a realizar las fotos en la mismas oficinas y había venido un sobrino (que sí, que sí) del director para hacerlas.
Así, durante una tarde fuimos farmaceúticos, médicos, investigadores (a la bata blanca le sacaron mucho partidito) , compañeros de trabajo (trabajo en plan... difuso), estudiantes, asistentes a una reunión de trabajo que estaban muy atentos con un boli debajo de la barbilla (¿quién no se concentra así?).
Lo más bizarro, porque había algo más bizarro, era que en todas las fotos salíamos como mirando algo juntos: Que éramos estudiantes, mirábamos juntos el mismo libro, investigadores: el mismo matraz...
Eso y el cachondeito de los compañeros que pasaban por el pasillo, claro.
Así que ya sabéis, si cae en vuestras manos un libro de español para extranjeros en los que en casi todas las fotos sale la misma parejita, es posible que yo sea la chica que tiene cara de "¿Soy la única que opina que Mª Carmen falta mucho últimamente?"